Transcrito: (escrito en papel, a la hora de lengua. Entre suspiro y suspiro, con amor y un poco de excepticismo. )(Queda decir (y en su defensa) que Elizabeth, pese a todo, ES HUMANA, aunque a veces, se olvide de demostrarlo)
***
"Fácil" la palabra resuena en su mente, acribillándola, con la fría punta del puñal, agujereando su cuerpo, desangrándola. La parca clavándole su daga.
"No creas" las palabras quedan adheridas en su paladar, pastosas, sin poder salir. Así, por primera vez ella calla.
Dave toma el arma entre sus dedos, acariciándola, como hace con ella, con ternura. Enreda sus dedos en su frío cuerpo, apoyando el índice en el gatillo, suave, seguro como cuando enrosca su cuerpo al de ella, y comienza a masturbarla. Entonces ella pierde las ganas y el valor, se siente celosa por esa manera de rozar la culeta, de apuntar a su garganta, a la de ella.
Desea que apriete el gatillo y todo se acabe, su vida, la de él, la de ella. No quiere hacerlo, teme no poder dar marcha atrás, deseosa de huir, a esos lares infantiles.
La imperiosa pistola indemne. El muerto. Ella muerta.
Como Romeo y Julieta, los dos, desangrándose de amor, perdidos en la boca del uno y del otro, mordiéndo la muerte, saboreando la vida.
Decide tomar la palabra, pero teme; tomar la soledad de ésa noche (inminente ya) y masturbarse ella sola.
Deprabarse con su dedo (o con varios) mientras descarna su sexo con el arrítmico compás de su paja. La escena, casi oscena de su sexo abierto le da las fuerzas (que no tiene) para hablar, para disparar su arma; ¿para herir con su lengua?
"Te quiero" piensa "Demasiado. ¿Se puede querer demasiado?" no pide disculpas, no quiere tener que pedirlas, se siente tranviesa, inquieta, insegura y temblorosa. Por primera vez desde hace demasiado tiempo (como para que recordar duela) tiene miedo. Demasiado amor, demasiado miedo.
-¿No dices nada?- dicé él, interrumpiendo sus cávalas
-Matar es fácil- repite las palabras de él- en última instancia, morir.
Dave se ríe gozoso, como cuando hacen el amor. Acaricia levemente, su "Mark del 91".
Entonces Elle, siente ganas de reventarle la cabeza, de ser violenta. No quiere domar sus innecesarios celos. "No creas" se recuerda.
-Lo dices como si hubieses matado antes...- se burla de ella
-¿No lo he hecho?- pregunta confusa.
Quiere despejar su cabeza, necesita aire. Respirar. Pero siente que se ahoga, y cada vez, ve el abismo más y más negro, separarles más y más. Ella lo siente...
-Elle, aunque quisieses, tú no podrías...
-¿Matar?-ella sonríe escéptica- ¿Qué es matar?¿Crees que es mucho más valiente tu manera de asesinar, de robar vidas, que la mía? ¿Crees que no podría meterte una bala en la cabeza?- "Olvidarme de todo", lo piensa, pero no lo dice...
Él le entrega la pistola, le reta, tal y como ella había previsto. Coge la pistola, y se la mete en la boca, en la de él. Casi parece como si la estuviera besando. Otra vez despiertan sus celos...
Dave sonríe, juguetón "hazlo". ¿Hasta qué punto es incapaz de matarlo?
-¿Crees que no me atrevo a dispararte?
Aprieta el gatillo, pero no dispara; no puede, no quiere.
Retira temblorosa la pistola de entre sus labios, poniendo fin al beso de los dos amantes, pero no le devuelve el arma. Sigue en sus manos...
¿Cómo atreverse a perderle si ella ya no sabe vivir sin él?
"Amar es no tener que decir nunca lo siento", ya no cree en ésas palabras. Ella LO SIENTE.
-Regla número uno- le confiesa, segura de sí misma.- nunca amenaces a alguien si no puedes cumplir con tu amenaza. Te hace débil.
Y entonces aprieta el gatillo, y esta vez sí, dispara.
-Lo siento...- susurra.
Elizabeth, le besa en los labios, mientras un reguero de sangre roja desciende por el brazo izquierdo de Dave. Espera no ser letal. Por vez primera, espera no ser letal y que él pueda perdonarla.
"Amar... amar es saber sentir incluso cuando más se siente"
miércoles, 7 de diciembre de 2011
Por ti iría al fin del mundo, pero... ¿y si el fin del mundo fueses tú?(Frío)
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Frío
lunes, 10 de octubre de 2011
capítulo 4: el rescate (DoL)
-No deberías ir- me convino Ryan en el momento en el que me proponía salir.
Él me conocía bien, y sabía de la estupidez de intentar retenerme cuando había tomado una resolución. Suspiré y me giré, enfrentándome directamente a él.
Sus ojos, eran de un profundo gris triste, que me hipnotizaba... y probablemente, la única cosa capaz de hacerme cambiar de parecer, en el mundo.
Posiblemente, le debía mi vida a ésa mirada, y a la sensatez de las palabras de Ryan:
-Ryan, ésto- dije señalándome en el pecho- ya no tiene sentido. Estamos en guerra, y todos muertos, ¿de qué me sirve no salir con vida de ahí? ¿cuál es la pérdida que asumo? Todos hemos perdido... Marcos a muerto, se acabó.
-Aún nos queda algo de tiempo... ¿Porqué no te limitas a disfrutarlo?
-¿Con quién si estoy sola?- grité conteniéndome las lágrimas que pugnaban por salir.
En aquel momento, estaba tan cerca de él, que un sentimiento de arrogancia y compasivo amor se apoderó de mí. Una súbita llamarada interior me tentó a matarlo, y no obstante, pese a que me negase a asumirlo, lo amaba tanto como para hacer cualquier cosa por él.
-Conmigo- recortó los escasos centímetros que nos separaban agarrándome por lo hombros- ya no podemos perder nada, tú misma lo has dicho...¿Porqué no puedes quererme ahora?
Aparté mis ojos de los suyos, sin poder contener las lágrimas por más tiempo. Deseaba contestar a su pregunta, mas algo dentro de mí me impedía hacerlo.
Me giré, dando así por finalizada nuestra conversación, completamente desolada ante la idea de que posiblemente no volvería a verle nunca más.
Cogí mi daga y mi arco, y me adentré en las grietas, donde los rastreadores tenían presa a Erin.
Sentí los pasos de Ryan tras de mí. Me giré, dispuesta a encararme de nuevo a él, mas ésta vez, llevaba su sable colgado en la espalda.
-¿Qué haces?- no pude evitar preguntar.
-Si tú mueres, yo muero contigo...
***
Estaba oscuro, a excepción de la abertura del techo, por la cual se filtraba en todo su esplendor, la luz de la brillante luna. No obstante, ésta, había comenzado a desaparecer bajo la potente sombra de un eclipse.
De pronto, algo o alguien cayó del techo, aterrizando a escasos metros de mi presencia. Recordé cuanto sabía de defensa personal y me armé de valor para hacer frente a quien ahora se encontraba respirando el mismo aire que yo respiraba y pronto (apenas unos minutos) dejaría de respirar. Tenía claro, que saldría de ahí o moriría en el intento.
-No tendrías ninguna posibilidad- me dijo la voz.
Me sorprendí al descubrir que era Rina. En un abrir y cerrar de ojos, se encontraba a mi lado, con la cara cubierta de sangre, en su mayoría de un color negruzco, y con la camiseta rasgada. Me tendió un trozo blanco de tela, a buen seguro de su camiseta.
-Cúbrete los ojos, ¡deprisa!- me instó.
Yo dudé un leve instante, sin embargo, deduje que si quería salir de allí, la única posibilidad que me quedaba era hacer caso de aquella chica a la que había conocido apenas unas horas antes; horas que habían cambiado mi mundo al completo. Así que me tapé los ojos, con el improvisado vendaje y después, dejé que me alzará, sin saber exactamente donde me había colocado.
-En mi espalda- respondió a la pregunta no formulada- y no, tranquila, puedo contigo y con mucho más... en éste mundo, querida- dijo con su ya típico tono escéptico- nada es como en tu mundo. Ni siquiera la sensación de peso es igual a la de tu mundo, aquí, no debes pesar más de diez kilos.
En ese instante, sentí que subíamos, y allí la única salido era la apertura del techo:
-¡Nos vamos a estrellar!- me quejé entendiendo.
Rina no contestó, hasta que estuvimos arriba, por lo que se limitó a seguir con el ascenso. Después, una vez con los pies de nuevo en la tierra, me desvendó los ojos.
-¿Porqué me has tapado los ojos?- le pregunté mientras ella tomaba mi mano, y me conducía por un sinfín de rocosos pasadizos- ¿a dónde vamos?
-Tenemos que salir de aquí Erin.
-¿Solas? ¡Nos matarán!
Rina se detuvo un instante, entonces se acercó a mí y mirándome con rabia contenida en los ojos me dijo.
-Ryan está arriba, luchando, y si no llego, probablemente a él sí lo matarán. Son demasiado para él. Tenemos que reunirnos con él, huir y juntarnos con David- volvió a tomarme de la mano, mientras, subíamos por un escarpado pasadizo- además, lo que más debería preocuparte es el reflejo del eclipse, aunque pronto pasará.
-¿El eclipse?
No contestó a mi pregunta. Habíamos llegado a una explanada rocosa.
Allí había cinco personas.
En el centro, rodeado por unos seres tenebrosos como mi captor, había un chico, alto y fuerte, de pelo negro, agotado y sangrando.
La extraña chica de ojos del color del caramelo, salió en su ayuda, dejándome a mí en un rincón, guarecida de los ataques de aquellos entes oscuros.
Rina, clavó su daga en el cuello de uno de ellos, mientras el extraño chico, mataba a los dos que tenía enfrente. Jamás había visto nada igual.
Un cuarto salió despedido cuando ella le propinó una certera patada en el gaznate que le rompió el cuello. El último, el que me había acompañado en mi particular prisión, salió corriendo.
-Déjalo- gritó al chico que se disponía a ir en su busca- Shibhil siempre ha sido un maldito cobarde.
Los tres salimos corriendo, aquél chico, que respondía al nombre de Ryan guiándonos y Rina tras de mí.
La oscuridad de la noche me hizo comprender que estábamos fuera y a salvo.
A mí alrededor pude vislumbrar un prado, cercado por un bosque de altos árboles de un intenso verde. Aquello no se parecía a mi ciudad, ni a nada que yo hubiese visto antes.
-¿Dónde estamos?- pregunté al descubrir que corríamos hacia el interior del bosque.
-En Alth-shoikan- respondió Ryan- ya no estamos en tu mundo.
-Ya nada es seguro...- anadió Rina- ni tu mundo ni éste- se giró buscando a Ryan con la mirada-¿Porqué no nos siguen?
Él señaló al cielo a modo de respuesta. El eclipse había pasado.
Rina asintió con un movimiento de cabeza, a lo que Ryan respondió con una sonrisa. Se acercó a ella lentamente como si temiese asustarla, después, le pasó un brazo por los hombros, y la atrajo hacia sí, como si quisiese protegerla de un peligro que al parecer ya había pasado.
-¿Estás herido?- le preguntó ella a él, observando los surcos sanguinolentos de su rostro.
-No- dijo negando con la cabeza- casi todo es sangre de rastreador- le dedicó una nueva sonrisa mientras se apartaba de su lado- Erin ¿verdad?- me preguntó dirigiéndose exclusivamente a mí.
Yo asentí con la cabeza, demasiado cansada para hablar.
Sentía que mi vida había dado un vuelco de 360 grados, en apenas unas horas.
No sólo descubría que habían matado al único chico que hasta entonces había querido, sino que había muerto por protegerme; una extraña chica me había avisado de unos más extraños peligros, me habían secuestrado unos entes de ojos negros que me aterrorizaban, habían estado a punto de matarme de nuevo y no obstante había logrado escapar de lo que quisiera que estuviese acechándome. Simplemente, genial.
De pronto oímos un ruido a nuestras espaldas.
Rina y Ryan saltaron al unísono, dispuestos a luchar si era necesario, yo, me quedé sentada en el sitio segura de que no podía confundir aquel sonido. Era una moto.
La moto, de un color azul oscuro y brillante, derrapó poco antes de arroyarnos a todos.
El chico que la conducía bajó de la moto y se quitó el casco.
Era rubio y alto, tenía el pelo bastante largo y unos ojos preciosos. Jamás había visto a nadie igual.
Como si de un sueño se tratara, el extraño chico se acercó a mí tendiéndome la mano.
Yo, sin saber porqué, tomé la suya y cogí asiento a su lado en la moto.
No podía entender el motivo, pero no temía a aquél chico, cuyo nombre desconocía; al contrario, casi podía sentirme segura a su lado.
-Agárrate fuerte a mí, y ni se te ocurra soltarte- dijo con una sonrisa. Se giró hacia mis dos compañeros y les dijo así- ¿Tenéis intención de quedaros pasmados ahí, o preferís coger la otra moto?- señaló hacia un roble varios metros alejado de nuestra posición.
Ryan sonrió, cogiendo a Rina de la mano:
-David, ¿no te da vergüenza secuestrar a la chica?- dijo Ryan en cuanto se subió a la moto roja.
David me observó lentamente, deteniéndose en mis labios carnosos. Después, sonrío y dijo:
-¿Porqué iba a avergonzarme de secuestrar algo tan bonito? no Ryan- arrancó la moto adentrándonos en el bosque- no...
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DoL
martes, 27 de septiembre de 2011
Capítulo 3: En peligro (Dol)
Un día, tu vida llega a un punto inexorable, un punto de infracción inevitable, y entonces, simplemente, todo da un giro inesperado, y lo que antes era negro, se vuelve de un sutil blanco, dejando la blancura anterior postrada a los pies de la más absoluta negrura.
Yo descubriría esta verdad, aquella misma tarde.
Desde la mañana, no había parado de darle vueltas a las escasas palabras intercambiadas con aquella chica de pelo moreno.
No podía apartar de mi mente, ése inocuo pensamiento que se adueñaba de mi, advirtiéndome de que un creciente peligro me acechaba.
Pese a que comprendía que mis miedos eran infundados, posiblemente, por las extrañas palabras de la aún más extraña chica, no podía evitar sentirme acongojada y asustada al mismo tiempo.
De pronto, escuché la voz de Marcos en mi cabeza: "Se acabó Erin... Nuestra vida se separa aquí. Me voy ¿lo sabes verdad?, sí, a ti nada se te escapa. Me voy, y no vuelvo..."
Evité pensar en las últimas palabras que crucé con un chico que escasas horas antes había aparecido muerto.
Por lo poco que había podido averiguar gracias a las vagas preguntas y más vagas respuestas de aquellos viandantes que no me conocían, nadie sabía nada de su muerte.
No había indicios que hiciesen creer que el motivo fuese el robo, no había ensañamiento, no había venganza... Marcos había muerto, desangrado, y de no ser por las palabras de Rina "Que no haya muerto en vano", yo misma creería que un golpe o incluso un suicidio había terminado con su vida:
-Al fin te encuentro- bramó una voz a mis espaldas.
Me giré enfurruñada, dispuesta a criticar la costumbre de la gente de aparecer en sigilo y por la espalda, cuando observé al chico que tenía detrás.
Un escalofrío recorrió mi espalda al descubrir que aquel chico, no era un chico entendido como tal. Sus ojos negros como la noche, le conferían un aspecto diabólico y sobrenatural. En el cuello, bajo el lóbulo izquierdo de la oreja, tenía tatuada una pequeña estrella de cinco punta.
"Corre" me advirtió Marcos desde algún lugar dentro de mi cabeza.
Recordé a Rina y sus advertencias, recordé la muerte de Marcos, recordé los ojos de aquel desconocido... y sin pensarlo dos veces corrí... en vano.
Cuando desperté, me encontraba en un lugar oscuro y mohoso, cuya única luz entraba por un orificio en el techo, de lo que se me antojó una extraña cueva. La luz, bañaba un pequeño charco, que no supe bien si calificar como lago pequeño.
Junto a mí, apoyada la espalda en la pared de roca, se encontraba el chico de los ojos negros y estrella en el cuello.
-¿Dónde estoy?- le pregunté con voz ronca.
"¿Cuanto tiempo habría estado inconsciente y cómo había llegado hasta allí?"
-Haz las preguntas oportunas, Ónice- me llamó- quizá así seas respondida.
Sonrió de manera siniestra, mientras posaba sus negros y refulgentes ojos en mi pecho. Algo, aunque no supe qué, le impidió acercarse a mí (quizá pudor, mas lo dudaba), pues se quedó allí, a escasos metro de mi persona, sin mover su posición, sin variar sus gestos...
Sopesé bien las preguntas que haría, a sabiendas de que muy posiblemente no me contaría absolutamente nada que fuese trascendente, y que muy a mi pesar, a excepción de Rina, él era el único que podría satisfacer mi curiosidad, y que pese al peligro, y ante la evidente imposibilidad de una escapatoria, me convencí, de que era mejor, al menos por el momento, satisfacer única y exclusivamente mi incipiente curiosidad.
-¿Qué eres?- pregunté imaginando que aquella era la más sutil de mis preguntas.
-Tu enemigo-dijo con sorna
Acepté su respuesta de buen grado. Aquello, era algo que fácilmente podía procesar y aceptar y cuanto asumiese ahora, me ayudaría a buen seguro en algún momento.
-¿Porqué matasteis a Marcos?- aseguré, convencida de que habían sido ellos. "¿Cuantos más me estarían buscando? ¿Porqué?"
Las preguntas se agolpaban en mi cabeza, cada vez más, sin respuesta y sin sentido.
-Era tu amigo- contestó él de pronto.
Había comenzado a irritarme. Me acerqué a él enfurecida, abnegada en lágrima, mientras una feroz ira me invadía.
Agarré al chico de los ojos del color del miedo, sin darle tiempo a reaccionar y le empujé contra la pared, mezcla de la rabia e impotencia que sentía en aquellos momentos.
Sus ojos se abrieron por la sorpresa, después me apartó de un empujón tirándome al suelo. Se acercó a mí, furioso:
-¿Quieres saber qué fue de ése idiota? Murió, por que era débil. En la guerra, los débiles tienen que morir, y él lo era. Pensó que serviría de algo, salvarte, guarecerte de nosotros... pero aquí estás- se acercó aún más a mí, clavando su emponzoñada mirada en la mía- aunque no por demasiado tiempo. Disfruta de tus últimos 32 minutos de vida "alteza".
Hizo una satírica reverencia y después se marchó, por la amplia abertura del techo, unos veinte metros por encima de mi cabeza, reptando veloz cual reptil.
**Nota de autora: ^^ Bueno a partir de ahora empieza la verdadera historia; la verdadera acción ^^ Sigo un poco, a tientas, aún así espero que os guste :) besos
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lunes, 26 de septiembre de 2011
La pequeña aprendiz de puta (Frío)
Había hablado con Ebie, llegando a la inevitable conclusión de que era hora de ser realmente peligrosas, como en nuestra "otra" vida. Innegables, imposibles.
Domar el mundo y después despojarlo de cualquier vestidura, dejarlo en cueros, maniatarlo y censurarlo con lenguaje salvaje. Destruir las emociones, y devolverles la sutileza del salvajismo. Eran momentos, difíciles; hora de tomar medidas drásticas, y no llorar por si todo salía peor de lo que ya estaba.
Era, absurdo pensar, que todo seguía igual.
Entonces, Daniel había muerto, y yo me había dejado morir con él. Ebie, me miraba de reojo, con pena, y a pesar de ser nuestro pequeño tabú, ésas miradas me confesaban un amor prohibido, que yo en realidad jamás ignoré y perdone a su muerte. Daniel, era mi ideal y yo su fantasmal recuerdo.
Ahora, todo estaba estúpidamente truncado. Me había enamorado, había conferido a la vida una oportunidad que yo misma me había negado darle, y ahora me costaba tanto procesar. Pero le amaba, y Ebie, pese a su clase y su fatalismo a la hora de admitir que era tan cándida como yo en un principio, amaba conmigo. No a él, por descontado, mas sí a un Daniel imaginario, en la piel de un Eric real.
Ebie, me miró a los ojos, con sus penetrantes ojos claros perforando mi boca, como si debatiese el besarme o no. Después frunció las cejas y relajó la cara, añadiendo a su vez lo que yo ya sabía:
-Es hora, de hacer cuanto sabes Elle...
Asentí sin proferir palabra, demasiado cansada para volver a la misma impavidez de siempre, mas demasiado abatida como para negar, que nuestra sensualidad, sería el arma, para reunir a Dave y a su hermano.
Ebie se paseó por la sala, contorsionando un trasero enfundado en una falda negra, que haría las delicias de cualquier hombre, que fuese lo suficientemente digno y rico como para pasarse por sus demasiado costosas nalgas. Sus andares eran los de una elegante puta, con un deje perverso en cada taconeo que daba, mas pese a todo, cuanto hacía ahora, lo hacía por amor:
-Yo me encargo de Dave- dije refiriéndome al amor de mi vida.
Ella asintió sin decir palabra, mientras, pegaba una calada a un cigarrillo que recién encendía. Aspiró el humo, con la boca, expulsándolo poco después:
-Esto tiene que salir bien Elle- me aseguró- Sabes tan bien como yo que no vamos a reunir a esos dos mamarrachos, con la delicadeza con la que tú tienes " a mal" de tratarles- suspiró y después con una sonrisa dijo- sabes tan bien como yo, que a los hombres no se les convence con el estómago, como mal comentan por ahí, es lo que esconde ésta falda negra debajo, lo que convence a cualquier hombre demasiado incauto, y tú Elle, siempre fuiste mi pequeña aprendiz...
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Frío
lunes, 19 de septiembre de 2011
Capítulo 2: Una chica... "Peculiar" (DoL)
El parque estaba desierto.
Los árboles aparecían macilentos y enfermizos, faltos de vida, como si las espesas nubes hubiesen absorbido su savia.
Las ramas crepitaban y se rompían bajo el peso de mis botas marrones.
La lluvia caía lenta y silenciosa como si temiese romper el impetuoso silencio que de pronto había abarcado la ciudad. Aquello parecía una ciudad fantasma...
De pronto oí un ruido a mi espalda, el cual me sobresaltó sobremanera. Detrás de mí, acuclillada como si de un momento a otro fuese a atacarme, me observaba una chica, de mi edad aproximada, que yo jamás había visto.
Tenía el pelo negro y corto, y una sonrisa triunfal en los labios, como si quisiese decir: "Al fin te encuentro"
Se acercó lentamente a mí, pausada, para que yo entendiese que ella mandaba allí.
Me dí cuenta de que había comenzado a respirar costosamente, mientras aquella extraña se acercaba inexorable hasta donde yo me encontraba. Quise huir, salir corriendo, no obstante las piernas no me respondían...
-No deberías correr- me dijo con voz seria- sólo conseguirías cansarme y no tengo ganas de correr detrás de ti como si fuese un perro.
-Pues vete- le espeté con voz temblorosa.
La chica hizo un amago de sonrisa, como si esa situación le gustase tan poco como a mí:
-Exacto- asintió, poniéndose frente a mi- esta situación a mi tampoco me gusta- me miró un leve instante y después, con voz trémula, anunció- estás en peligro.
Sopesé sus palabras durante un leve instante, con la extraña sensación de que no mentía. De que realmente estaba en peligro, no obstante, descarté tales pensamientos de mi mente, y me encaré a ella:
-Oye... no tengo tiempo para que me tomen el pelo, deberías...
-¿Desaparecer y dejarte sola?- continuó la frase palabra por palabra- Me gustaría- admitió-Pero me debo a una promesa que no me queda otra que cumplir- me confesó- debía avisarte de que corres peligro. Y no, no es broma- me dijo leyéndome una vez más el pensamiento- Te buscan y si te encuentran te matarán.
Me miró unos instantes como si quisiese añadir algo más, después, pareció pensarlo mejor pues decidió callar.
Observé que sus ojos relucían de manera casi espectral. El iris marrón de sus ojos brillaba, como si unos matices dorados recubriesen dicho iris. Hubiese jurado que tenía los ojos del color del caramelo, no obstante, aquello era algo que no pegaba con su personalidad. ¿Sería acaso verdad que algo escapaba a su involuntaria altivez?, lo dudaba, así, sus ojos debían de ser de un sutil color avellana.
-¿Qué es lo que quieres?- le pregunté a la chica sin nombre.
-Ya te lo he dicho; te buscan- se acercó un poco más a mí, y mirándome fijamente a los ojos me rogó- Que no te encuentren, que la muerte de Marcos no haya sido en vano.
Después, se dio media vuelta y comenzó a andar.
Tenía miles de preguntas que hacerle, miles de objeciones, miles de explicaciones que pedir... aún así, lo único que fui capaz de preguntar fue su nombre.
Ella se giró un instante: "Rina" pronunció, y después, simplemente, desapareció de un salto.
***
Rina:
Pensaba en Marcos mientras la seguía a ELLA. Los árboles aún tenía suficientes hojas como para ocultarme de miradas indiscretas, claro que cualquiera que me estuviese buscando y supiese como dar con un mentalista, me hallaría sin problema. Pero ella no.
Mis palabras la habían preocupado, no obstante, no había sentido ése pavor que le impulsaría a huir y esconderse, pavor con el que yo había contado.
Una vez más pensé en Marcos, completamente frustrada. ¿Porqué no le había contado nada?¿Porqué después de avisarla yo era incapaz de dejarla marchar? ¿Porqué él tuvo que morir?
Sin Marcos, la magia de "los cinco" se había perdido. No era menester encontrar al "Quinto"; no era necesario cuidar del Ónice, no obstante, ahí estaba yo, observando a aquella a la que un día, Marcos juró proteger.
Observé a aquella chica de mediana estatura y largo cabello castaño, de hipnotizante mirar, sin poder creer aún que ella fuese el secreto de cuanto estaba pasando. Que ella fuese la única que en su día pudiese salvarnos y que Marcos lo hubiese echado todo a perder.
Sin su magia, ELLA estaba sola, y sin ELLA todos estábamos muertos.
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sábado, 17 de septiembre de 2011
Capítulo 1: El comienzo de todo... (DoL)
Así que cuando Marcos apareció muerto en un rincón, yo no me extrañé tanto como pensé que haría.
Estaba acabado, fuera de lugar... vivir había dejado de tener sentido para él, igual que en su día lo hubiese dejado de tener para mí. Pero yo lo había superado, él quizá no.
Así que cuando Marcos, apareció muerto, desangrado, yo no me inmuté, pensé que su locura se había propasado. Que había acabado con él, como hubiese acabado conmigo de haber seguido juntos... Me equivocaba.
Marcos apareció muerto, porque lo habían matado. Él sabía cuales eran las consecuencias de protegerme, y aún así, lo hizo.
Cuando lo supe, llegué a varias conclusiones; conclusiones de las cuales dependían mi vida:
1-Marcos fue asesinado por atreverse a mantenerme con vida, por tanto, yo estaba en peligro.
2-Estaba sola y necesitaba ayuda, esto es, necesitaba encontrar a Rina.
3-(Y este en realidad debía de ser el primero de mis problemas) Estaba atrapada y mi vida, pendía de los próximos 32 minutos.
***
El día en que encontraron a Marcos, tras varios días de búsqueda, yo me sentía mareada. El cielo, estaba encapotado y la cabeza me ardía.
Bajé a la cocina en busca de una pastilla que aliviase mi dolor, cuando observé la cara de mi padre, sentado en el sofá, observando la tele minuciosamente, como si quisiese desenredar los misterios de los píxeles encerrados en la pantalla.
En ese momento, un extraños escalofrío me confirmó, lo que yo en realidad ya sabía. ÉL había muerto.
Me apenó ser consciente de que esta circunstancia no me hería como pensé que haría. A fin de cuentas, ¿no era cierto que él me había manipulado?, sí, lo era.
No me apenaba, saber que hubiese muerto, de hecho, hacía días que yo misma lo había dado por perdido y había llorado su muerte. Ya estaba, era todo.
Se había esfumado como había llegado, siendo irrespetuoso; siendo el centro de atención.
Me marché al colegio sin mirar a mi padre, que aún absorto, no se había dado cuenta de mi presencia.
Necesitaba pensar, estar sola, encontrarme...
Denise, me había llamado tres veces aquella mañana, así, supuse que me esperaban una retahíla de preguntas que yo ni podía ni quería contestar.
¿Porqué había muerto?, lo desconocía.
¿Porqué me había dejado?, porque yo jamás signifiqué nada para él...
Decidí que me saltaría las clases de la mañana. A fin de cuentas, la ciudad estaba consternada, así pues, "era de esperar" que yo lo estuviese también.
¿Quién iba a buscarme si cuantos me conocían aún pensaban que yo era feliz?, no, en realidad, ya nadie me conocía.
Me dirigí al parque, en busca de una soledad que se esforzaba en zafarme.
Allá donde iba, algo me decía que todo iba mal, y que la culpa la tenía, una vez más, el dichoso chico que me había robado el alma.
ÉL, tenía la culpa de cuanto me pasaba, lo sabía, y no obstante, lo que me inquietaba era otra cosa.
Algo que no era capaz de comprender, algo que no era capaz de imaginar...
**
Nota de autora: ¡Hola! Bueno, quería deciros que éste es el comienzo de lo que será mi próxima historia. En honor a Dark or Light (DoL). No tengo pensado absolutamente nada de como seguir así que la sorpresa va a ser para todos (yo inclusive), sólo espero que os guste y que sobre todo a ti Dark or Light te deje un buen sabor de boca :) besazos y gracias a todos por los comentarios y por vuestras visitas ^^
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lunes, 12 de septiembre de 2011
Recuerdos (Alma)
28-11-2010
"
-Me sorprende que aún sigas viniendo- me miró a los ojos, mientras acariciaba lentamente mi mejilla con su mano. Después sonrío de la manera que solamente yo conocía (o creía conocer)- ¿No te has cansado de mí, aún?
Añadió esa última palabra, como si realmente creyese que yo iba a cansarme de él, se sus caricias nocturnas, de la manera intensa de mirarme mientras me acurrucaba en su pecho. De su manera de decir las cosas que creía que sentía a modo que yo las entendiese, sin entender que en realidad no entendía absolutamente nada más que él sentía por mí lo mismo que yo por él.
-Nunca voy a cansarme de ti Ángel- le miré desafiante- tonto...
Le besé la mejilla dulcemente mientras él, rodeaba mi cintura con sus brazos.
En el antebrazo derecho tenía un tatuaje pequeño, la clave de sol, que entrechocaba con su personalidad.
Podías pasarte las horas observándolo minuciosamente, tocar el violín, tararear su música, saborear la vida... o incluso andar de manera pausada... nada en él, haría creer que pudiese llevar un tatuaje en su muñeca.
Después quizá te parabas a pensar, y descubrías con asombro que con él todo era así, que todo tenía un sentido, que las cosas que hacía las hacía por algo.
Una vez más dejabas de entender cuanto él quería decir.
-Nunca digas nunca... ¿No has oído jamás, aquello de que : nunca y siempre son demasiado tiempo?
-Sí, pero yo puedo asegurar que te querré siempre. Para toda la eternidad. Y yo nunca he roto una promesa...
-¿Es eso una promesa? ¿que siempre estarás a mi lado?- yo asentí sin dudarlo un segundo, entonces él, entre susurros dijo- ¿Como puedes estar tan segura de que mañana no te olvidarás de mí? ¿De que no te cansaras?,¿Cómo?
-¿Cómo podría olvidar que si he aprendido a vivir es porqué precisamente tú, estás en mi vida?, no Ángel, el amor no se olvida. Te prometo, que te amaré tanto como dure mi vida. Te prometo, que nunca volverás a estar solo. Te amo.
Me acerqué a él, y apreté dulcemente mis labios contra los suyos.
Rocé sus labios con un beso que sellaba mi promesa de amor (promesa que llevaría incluso más allá de mi muerte y su olvido) y mientras, pude observar, que él se reía, pletórico de felicidad. "
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Alma
domingo, 28 de agosto de 2011
Confesiones que dicen duele
"Alzheimer".
La palabra resonaba en mi mente embotándome los sentidos. La cabeza me pesaba y sentía, ahora más que nunca, la presencia de un mundo que no era el mío.
Ángel se estaba muriendo, acercándose lentamente a mi hilarante mundo de cosas sinsentido y visiones espeluznantes. Ahora, era más consciente que nunca, de que su vida pendía de un hilo, y que cada segundo que él desperdiciaba conmigo , era un segundo que perdía de su valioso tiempo.
-¿Porqué no dices nada?- me implora Ángel entre lágrimas.
Yo no puedo evitar tragar saliva, si es que aún tengo saliva. Me siento rígida y flácida al mismo tiempo. En estos momentos, desearía tener el consuelo de las lágrimas, ser capaz de sentir un dolor más mitigado que éste. Poder quizá, rasgarme la piel en busca de un dolor más lacerante aunque llevadero. Me duele el alma.
-Porque te quiero demasiado para no tener suficiente miedo- le aclaro.
Me acerco a él lentamente, acariciando su rostro, a modo de consuelo. Sé que él no puede verme, no obstante, soy consciente de que es capaz de sentir cada célula de mi cuerpo etéreo.
-Siento haberme ido Alma- me mira un instante algo más tranquilo- pero tenía miedo- se escusa- sé que no tenía derecho. Te amo, aunque lo olvide yo, recuérdalo tú, ¿quieres?- me pregunta.
Era consciente de lo mucho que le dolía confesarme todo aquello.
Era incapaz de reconocer su situación y sentirme identifica.
¿Cómo podía haber sido tan sumamente idiota?, yo, tenía toda la vida por delante y la había desperdiciado pensando que él era un cretino. ¡Qué estúpida! y no obstante, la vida (o la muerte) me había dado una segunda oportunidad; una oportunidad, de volver a amarle.
-¡ Cállate! y bésame- le supliqué.
Él se acercó a mi, como si supiese exactamente donde posar los labios. Después, se detuvo a escasos centímetros de mi boca, para decir:
-¿Seguro que quieres esto?
Yo no dije nada, sólo podía pensar en él. Amarlo a él. Así, me acerqué, salvando la escasa distancia que me separaba de él, fundiendo mi boca con la suya, como aquella primera vez hace ahora demasiado tiempo. Sintiéndome viva y haciéndole renacer por unos instantes a él.
Era consciente, de que mi amor no tenía límites, y que eso, me daría fuerzas para seguir con él, incluso, más allá de la muerte.
**Nota de autora: Siento que le pase esto a Ángel, pero llegó un momento en que por algún motivo, tuvo que ser así. Después quise borrarlo, pero Ángel ya tenía su historia, y Alma un pasado desconcertante unido a el de él.
A veces, una cuando escribe, no puede evitar pensar que" no es justo" y que "no tenía porqué ser así", como en la vida. Hay circunstancias que lo cambian todo...
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Alma
miércoles, 17 de agosto de 2011
Desaparecer (Kiry)
"A veces uno no quiere "remover la mierda" y sin embargo, el mundo o las tentaciones a las que acabamos sucumbiendo, nos empujan irremediablemente a tirar de la lengua y recordar todo eso que en su día nos hizo daño.
Creo que no puedo evitarlo, a fin de cuentas, aprendí lo que era el amor al sufrir los desamores. Después, todo dejó de tener sentido, excepto yo como "personaje" de este mundo de títeres.
Dorian hoy ha estado ensimismada. Sus palabras apenas han rozado un hola, al despertarme y después, sumida en unas cavilaciones que ni yo, siendo su mejor y único amigo (el único conocedor de esos sentimientos que tiene, y que como parte de su especie, no debería tener) he logrado entender, se ha desmoronado quizá al recordar algo que a mí se me escapa.
Lo extraño, es que me gustaría preocuparme por ella, consolarla quizá, no obstante, la soledad me carcome y hoy, preferiría disfrutar de ella y esos gritos que me atrapan y me hacen sentir endeble.
Resulta, espantoso verte envuelto en un hilo de pensamientos incongruentes y sinsentido, y después, esperando el grato consuelo de Dorian (que sé hoy no vendrá), no encontrarte nada. Una Dorian echada a perder, más patética que nunca.
A veces, en días como estos, siento que no podría dejar de odiarla.
Ella, sumida en una tristeza de la que nunca parece regresar del todo; tristeza que poco a poco le arrebata esa esencia que la hace única... pero no, sin embargo, a pesar de ser miércoles, y este echo producirme un pavor inmenso, no puedo dejar de sentir una insaciable ternura hacia ella.
No amor, ternura.
La locura de los miércoles, no obstante, me hace pensar que quizá la ame, o que jamás haya conocido el amor. Un engaño patético, tras conocer a Lili, ¿quién no iba a amarla?
A veces dudo de que ese desamor tan intenso, no fuese sino obra de un miércoles o en su defecto de un bochornoso viernes.
Me gustaría volverme y preguntarle a Dorian por sus tristezas, y así, obviando sus penas, olvidar las propias. ¿Pero qué penas me embargan si al fin y al cabo lo único que no puedo evitar es pensarla? ¿Qué penas si ella que no puede amar y me ama y yo que puedo, no quiero hacerlo?
Hoy desearía desaparecer del mundo.
Sumirme en un coma profundo, en el cual no envejecería, y despertar años después, a sabiendas de que todo lo que me rodea a sucumbido, incluida Dorian, y que mi presente no es sino pasado futuro. Despertar en un mundo que no tenga nada que ver con este. Despertar en un mundo en el que yo ya no sea yo.
Hoy quisiera despertar después de todo".
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Kiry
viernes, 12 de agosto de 2011
Secretos (parte II) (Frío)
-¿Cómo me has encontrado?- pregunto sin apartar los ojos de la copa.
Una gota cristalina se desliza por el vaso, desparramándose por la mesa, cual savia de árbol. Así me siento.
Mi vida, hilvanada desde hace diez años con sutiles hilos dorados, va desmoronándose poco a poco; desplomándose la férreas paredes de mi coraza... soy la gota que colma el vaso:
-Eric me ha dicho cómo encontrarte- suspira- en realidad ha dicho: "busca en cualquier tugurio. Si hay putas mejor", Ebie se ha ofendido un tanto, claro que Eric no sabía que eras un antiguo cliente y entonces pues...
Por primera vez Elizabeth habla atropelladamente, como si no supiese qué decirme o como hacerlo; yo ni siquiera la escucho.
La veo pedir una copa, después, con el Gin Tonic en los labios, me mira:
-¿Qué tal estás?
Su pregunta me pilla desprevenido, así, contesto sincero:
-Mal- suspiro y pego otro trago- no lo soporto... Fue Eric quien lo destrozó todo, él quien mató a Mark. No soporto su ridícula disciplina, su manera de pronunciar mi nombre "¿Dave?"- sonrío mientras las lágrimas recorren mi rostro- ¡Como si aún no hubiese notado que hace más de una década que no tiene hermanos! ¡Como si aún pensase que realmente no soy capaz de matarlo!...
-Mark...
Elle posa su mano en mi ante brazo, mientras con una profunda mirada me arrebata el sentido. Sus ojos aparecen descarnados por las ojeras, sin duda porque ha estado llorando:
-...Mark- repite- nadie obligó a tu hermano, a Mark, ha hacer lo que hizo...
-¡Eric le obligó!- grito
El pub se encuentra casi vacío.
El tío de la barra (Henry a juzgar por la chapa de la solapa) nos mira enfurruñado, no obstante no dice nada. Le sostengo la mirada hasta que una mujer rubia y en exceso maquillada le pide un cigarrilo y una copa de ron blanco:
-¡No!, Eric ya ha pagado su culpa, ¿no crees que es bastante doloroso perder a un hermano?, ¡claro que se siente culpable joder! Mark murió por las drogas y fue él el que le incitó a probar. Eric se muere por dentro... pero ¿qué coño te pasa imbécil?- me espeta- ¿acaso crees que cambiándote el nombre vas a morir tú en vez de él? ¡que te jodan joder!, Mark está muerto, ¿vas a dejar que Dave muera con él?
Jamás la había visto así...
Elle se levanta y se da media vuelta. Yo voy tras ella cogiéndola por la cintura. Ella no se aparta, se gira y me abraza, mientras, como una niña endeble, solloza en mis brazos.
-Lo siento- le susurro al oído
Ella se deja acunar, mientras me repite constantemente que lo siente.
Aparto mechones rojizos y mojados de su rostro, me acerco a ella y la beso en los labios, suavemente, dulcemente, como si sus besos fueran una canción capaz de serenar mi alma:
-Escúchame bien mi amor- le digo, apartándome un poco de ella, pero aún abrazándola- te quiero. Nunca he tenido nada más claro que esto. No sé como, pero parece ser que tú me quieres a mi, y te juro que aún estoy intentando creerlo- esboza una sonrisa- TE QUIERO- repito- haría cualquier cosa por ti.
-¿Cualquier cosa?- pregunta. Yo asiento sin dudarlo un segundo- ¿morirías por mí?
-Moriría por ti una y mil veces- le aseguro
-¿Si te pidiese que te pegases un tiro, lo harías?- me pregunta
-Sin dudarlo un instante. Si tú pidieses mi muerte, sin duda me arrebataría la vida. Si me pidieses distancia, me alejaría corriendo- lo pienso un instante y después añado- en realidad me iría en cuerpo, pero jamás, y fíjate, soy capaz de utilizar un jamás y un para siempre... jamás me iría del todo, te pensaría para siempre.
Acerca sus labios a los míos y vuelve a besarme. Sus ojos destilan alegría y amor:
-Te amo Mark- ella también se toma un tiempo para pensar, después, con una sonrisa enorme en los labios añade- en resumen, estar contigo significa que preferiría morir antes que estar sin ti. Amor, y ya no me da miedo admitirlo, AMOR, tú me has devuelto la vida...- después, me mira maliciosa- aunque eso cariño, no quita, que voy a pedirte dos cosas.
-¿Qué cosas?- pregunto curioso.
-La primera, y no es discutible- me advierte- es que hables con Eric, que para algo es tu hermano...
Yo la observo con los ojos abiertos, después, tras un largo silencio pregunto:
-¿Y la segunda?...
Lo piensa un instante, después, hace acopio de valor y tímida pregunta:
-¿Puedo llamarte Dave?
***
Nota de autora: Siento que la entrada sea tan larga y desconcertante. Acabo de venir de unas largas y estimulantes vacaciones que me han dejado bastante saturada con el blog. De todos modos quería escribir esto. Lo explicaré con más detalle (prometido) cuando Eric y Dave (Mark) hablen. Muchas gracias y espero que os guste! :)
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Frío
jueves, 28 de julio de 2011
Secretos (parte I) (Frío)
Nos sentamos en el banco donde Ebie y yo nos conocimos, una noche hace ya tantos años.
Allí, sentada en el mismo lugar donde ahora me encuentro, vi a la mujer más hermosa que jamás había visto. Me la quedé mirando, con los ojos abiertos como platos y la boca colgando.
Ella me observó a mi, con su corta falda negra, enseñando sus largas piernas, escote y los labios rojos carmín.
Una niña convertida en mujer.
La veo acercarse a lo lejos, con esos andares de prostituta elegante, que ya desde joven se traía.
No se inmuta, no corre. Ella tan elegante y sexual (sí sexual y no sensual) como siempre.
Ella es el sexo en persona, y ya desde pequeña sabía que ella había nacido para ser puta.
Y así lo decía ella, así le gustaba decirlo, con todas las letras, porque le gustaba ser lo que era, porque sabía quien era y decirlo, así con todas las letras, le hacía sentir que lo que hacía era importante:
-¿Preparado?- le digo a Mark
Él mira nuestras manos entrelazadas, y después asiente:
-Preparado- dice tragando costosamente la saliva.
Yo me río gozosa "pensar que conocer a Ebie pueda darle miedo... aunque pensándolo bien... ¡es lo más terrorífico que existe!". Me vuelvo a reír.
Veo a Mark intentando abrir la boca, no obstante ya es demasiado tarde. Ebie, me sonríe:
-¡Elle cariño!- me abraza, aún sin posar la vista en Mark- ¿qué tal en París?
Sé por como me mira, que no espera respuesta; espera que presente a Mark para poder mirarle por vez primera. Ebie y sus ritos...
-Ebie, este es Mar, Mark esta es Ebie.
Ella se gira entonces, con una sonrisa que acaba por helársele en el rostro. Mark sonríe de oreja a oreja.
-Tú...- susurra Ebie
-¿Os conocéis?- pregunto sorprendida.
-¡Hijo de puta! todavía tienes que pagarme- suelta, después empieza a contar mentalmente- ¿cuanto hace de ello...- le fulmina con la mirada-... seis años?
-¿Ves cariño? todavía me recuerdas- Mark sonríe- ¡Y con qué precisión!
Ebie se ríe con él.
Yo espero, completamente perdida a que mi parej... a que Mark me explique lo que ocurre. No lo hace.
Así poso mi mirada en Ebie, la cual prosigue:
-Bueno, ¡no importa!, por ser tú te lo cobraré con otro polvo...- la veo mirarme de reojo, mientras yo la fulmino (tal y como me enseñó ella) con la mirada- está bien, por ser tú Elle, no le cobraré. Sí cariño, me acosté con tu chico alguna que otra vez... ¡no me pagó ni una!, pero bueno... olvidémoslo...
De pronto pone los ojos en blanco. Después, aflora una sonrisa a sus labios:
-He invitado a alguien más- me mira- ya os conocéis, aunque no tan bien como he tenido el placer de conocerle yo. Os aseguro que vuestro viaje a París no ha sido lo único guar...- me mira cortándose en medio de la frase. Ebie, siempre "tan" Ebie- divertido que ha pasado por estos tiempos.
-¿Quién es?- le pregunto curiosa.
Ella escruta con la mirada el horizonte:
-Allí está- señala sonriente.
Ebie, es fantástica. Ella, tan mujer y tan niña al mismo tiempo.
Cuando la conocí, no vi si no una mujer hermosa, con un cigarrilo en la boca y un negocio entre las piernas, no obstante, gracias al tiempo (y a una paciencia que no sé de donde saqué) pude ver, entre las ropas que ella después se quitaría, a una mujer no sólo hermosa si no aún aniñada que hacía sentir que el resto también era importante.
Eric, se acerca.
-Hol...
Eric mira a Mark, Mark mira a Eric... ambas miradas dicen más de lo que pretenden.
Un secreto que se esconde, una historia que lo oculta, una mirada que lo desvela...
**
Nota de la autora: Siento haber escrito una entrada tan larga, pero ya va siendo hora de descubrir algo más del pasado de todos ellos :) Espero que os guste! ^^
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Frío
martes, 26 de julio de 2011
Contrariado. Triste. Roto (alma)
Contrariado. Triste. Roto.
Le observo pasearse por la estancia, recogiendo fragmentos olvidados de su vida, recolectando ropa sucia y hacerse unas salchichas. Algo rápido de hacer, algo sencillo... algo para volver conmigo.
Pienso en él, completamente vestido, sin poder olvidar nuestra primera y única noche juntos. El como paseaba después desnudo, con un delantal corto intentado (sin éxito) cocinar algo comestible.
"Nunca ha sido su fuerte..." me digo.
No obstante, sus ojos, sus movimientos... la manera de reposar el brazo en la encimera, mientras fríe las salchichas, me hacen sentir absolutamente culpable.
Lo veo allí, cocinero de ilusiones perdidas, y sé, por su forma de actuar, de contonearse, que él no es feliz. Que algo lo está matando.
-Ángel...- le llamo aprovechando que está de espaldas a mi- ¿porqué rompiste tus fotos? querías deshacerte de Marta- respondo más que pregunto.
Abre un cajón y saca un plato de allí. Después, quita las salchichas del fuego y como si le fuese la vida en ello, las coloca (con ayuda de un tenedor) una a una en él. Después, lentamente, se gira hacia mi:
-¿De que hablas?
Veo en sus ojos un deje de escepticismo, y sé, que no me está mintiendo.
-Te vi...- susurro
-¿Marta? ¿Qué Marta?- pregunta curioso.
Yo lo observo atónita.
Ángel se encuentra tranquilo, reposado en la encimera, comiendo, como si mis preguntas no fuesen con él. Como si jamás hubiese conocido a Marta...:
-Ella te robó los sueños- le digo repitiendo sus palabras- ¿no lo recuerdas?
De pronto su piel palidece. Yo me acerco a él, asustada.
-Ángel, ¿qué te ocurre?¿estás bien?
-La había olvidado...- responde con la voz rota.
Deja el plato a medio acabar a un lado, y completamente destrozado se sienta en el sofá. Yo me acerco lentamente y después, asegurándome de que no le sienta mal, me siento a su lado.
Espero intranquila a que él hable.
-Ven...- me incita.
Yo sigo su mano con la mirada, y así me recuesto en su regazo, impaciente. Él me acaricia un segundo, después suspira.
Contrariado. Triste. Roto.
-Rompí esas fotos- traga saliva (le cuesta hablar)- porque me da miedo saber que un día amé lo que hoy ni siquiera puedo recordar...
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Alma
lunes, 25 de julio de 2011
Yo te enseñaré a amar (Frio)
-¿No te doy miedo?
La observo tiritar bajo su abrigo azul. El pelo rojizo, recorre su espalda. Hondas rojas descarnadas, que aumentan el efecto de atracción para con ella.
La melena le llega hasta el final de la espalda, después, cesa de crecer, absolutamente salvaje y descarnada (como ella).
La veo negar con la cabeza. Mientras, intenta calentar sus manos frotándolas una y otra vez. Su cuerpo de agita, arriba y abajo, al son de los saltitos para hacer circular su sangre.
-Debería...- susurro.
Ella no deja de saltar, no obstante, detiene el movimiento de sus manos, y clava su penetrante mirada en mi.
Veo recorrer mi cuerpo con la vista:
-Joder Mark, eres un asesino, ¿es eso lo que quieres decirme?...
Ella espera a que yo asienta. Lo hago:
-...Eso no me preocupa- admite. De pronto se sume en sus pensamientos- Yo he matado indirectamente. He destruído a cientos de hombres, he destruído familias, sueños y proyectos... eso me convierte en un monstruo, en un sueño de una noche de verano que se tornó en pesadilla. Tú me quieres a pesar de haber intentado destruírte a ti también...- se acerca a mi y a escasos centímetros de mi rostro, prosigue- ¿acaso temerte no me convierte en una hipócrita?
Una sonrisa aparece en sus labios. Veo como la pasión, que recién recorre su cuerpo, a espantado el frío, enviándolo a otro lares, bien lejanos.
-Hemos hecho el amor en mi casa, en el Sena, en la Torre Eiffel, en la playa... tú me has elevado a mi séptimo cielo- suspira (seguramente rememorando las palabras de Dan)- "Llegarás al séptimo cielo"... qué razón tenía.
Elle me mira, ruborizándose como jamás pensé que haría. Su piel sigue siendo pálida después de todo, mas ese rubor encendido en sus mejillas, le hace parecer frágil, alguien a quien proteger.
-Mark... te amo- susurra.
Sus ojos miran al suelo, completamente avergonzada. Su coraza aparece en el suelo (que ella observa) completamente destruída, hecha añicos...
Yo me acerco a ella, rodeándo su cintura como aquella vez hicimos, mirando al mar. Entonces, le susurro nuestras palabras, mi manera de decirle "te quiero". Nuestro "te quiero propio":
"Yo te enseñaré a amar"...
La observo tiritar bajo su abrigo azul. El pelo rojizo, recorre su espalda. Hondas rojas descarnadas, que aumentan el efecto de atracción para con ella.
La melena le llega hasta el final de la espalda, después, cesa de crecer, absolutamente salvaje y descarnada (como ella).
La veo negar con la cabeza. Mientras, intenta calentar sus manos frotándolas una y otra vez. Su cuerpo de agita, arriba y abajo, al son de los saltitos para hacer circular su sangre.
-Debería...- susurro.
Ella no deja de saltar, no obstante, detiene el movimiento de sus manos, y clava su penetrante mirada en mi.
Veo recorrer mi cuerpo con la vista:
-Joder Mark, eres un asesino, ¿es eso lo que quieres decirme?...
Ella espera a que yo asienta. Lo hago:
-...Eso no me preocupa- admite. De pronto se sume en sus pensamientos- Yo he matado indirectamente. He destruído a cientos de hombres, he destruído familias, sueños y proyectos... eso me convierte en un monstruo, en un sueño de una noche de verano que se tornó en pesadilla. Tú me quieres a pesar de haber intentado destruírte a ti también...- se acerca a mi y a escasos centímetros de mi rostro, prosigue- ¿acaso temerte no me convierte en una hipócrita?
Una sonrisa aparece en sus labios. Veo como la pasión, que recién recorre su cuerpo, a espantado el frío, enviándolo a otro lares, bien lejanos.
-Hemos hecho el amor en mi casa, en el Sena, en la Torre Eiffel, en la playa... tú me has elevado a mi séptimo cielo- suspira (seguramente rememorando las palabras de Dan)- "Llegarás al séptimo cielo"... qué razón tenía.
Elle me mira, ruborizándose como jamás pensé que haría. Su piel sigue siendo pálida después de todo, mas ese rubor encendido en sus mejillas, le hace parecer frágil, alguien a quien proteger.
-Mark... te amo- susurra.
Sus ojos miran al suelo, completamente avergonzada. Su coraza aparece en el suelo (que ella observa) completamente destruída, hecha añicos...
Yo me acerco a ella, rodeándo su cintura como aquella vez hicimos, mirando al mar. Entonces, le susurro nuestras palabras, mi manera de decirle "te quiero". Nuestro "te quiero propio":
"Yo te enseñaré a amar"...
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Frío
domingo, 24 de julio de 2011
Así fue como nos reencontramos... (alma)
-Gracias...
Ángel suspira casi con dolor, como si mis caricias hiciesen hervir su sangre y le provocasen un insoportable dolor de cabeza.
Sus ojos miran perdidos el infinito, una vez más como si estuviese ciego y perdido. No obstante, su mirada, inquisitiva, siempre audaz, sé por su intenso brio, jamás perderá el rumbo:
-¿Porqué?- pregunto sin indulgencia alguna.
Analizo la situación, mientras él piensa su respuesta.
Allí, sentada en el suelo de su piso, los dos, juntos compartiendo concidencias y anhelos, como cuando yo aún vivía.
Mis ganas de matarle, que mueren con cada latir de su corazón; y mis ganas de vivir, que aumentan con cada silencio del mio. Él y yo, perdidos en el infinito de su locuaz locura y de mi incansable sed de él. Él y yo "como antaño" o casi.
-Porque no me duele...- reposa la cabeza en la pared y girando la vista hacia donde yo me encuentro, prosigue- pensé que me dolería, que sentiría frío, miedo... pero ¡no! me hace bien, me hace... sentir vivo- dice entre susurros- es como si aún estuvieses...
-...Viva- termino yo- pero no lo estoy.
La risa pugna por salir de mi boca.
Yo la retengo, mas me es imposible no reir por un instante. Ángel me observa, atónito (hacía tiempo que no reía). Después no me contengo, expulso el aire de mi garganta dejando flotar cada nota (alta-baja) de mi risa.
Pronto siento el aire inflarse y llenarse de tonos amarillo-rosáceos; inundarse la sala de un aplomo plomizo causado por mi risa. Soy tan feliz...
-¿De qué te ríes?- pregunta él aún sorprendido, mas con una sonrisa en los labios.
Yo le miro un instante, después, completamente absorta, completamente ensimismada por su sonrisa (la suya, la que me pertenecía, la que tanto he añorado...) le contesto:
-De que me siento mucho más viva que antes- le digo impavida, sin poder ocultarle la verdad.
Él también ríe gozoso, durante un breve instante mágico y subrealista:
-Me da miedo...- me confiesa sin pensar.
-¿El qué?- respondo yo.
-La muerte- me dice- ¿duele? ¿lo pierdes todo?- susurra, con los ojos anegados en lágrimas
Se me hace un nudo en la garganta.
Lo veo a él, frío e inmovil en el asfalto chorreando sangre. Lo veo a él donde debería encontrarse mi cuerpo.
Muevo la cabeza frenéticamente intentando, espantar los fantasma de ella. Después, ya tranquila, respondo:
-No, yo te recuperé a ti...
Lo miro a los ojos y sé, sin saber como que él me siente, que sabe exactamente dónde estoy, que hago, quien soy... Esa sensación ingrávida es la que me da fuerzas para seguir adelante, y confesar lo que inevitablemente él ya sabe:
-...Te quiero.
Él acerca su mano hasta mi, esperando que yo la tome. Lo hago:
-Lo sé ¿sabes?- dice llorando, sin poder retener las lágrimas por más tiempo- lo que más me duele es que yo también te amo.
Ángel suspira casi con dolor, como si mis caricias hiciesen hervir su sangre y le provocasen un insoportable dolor de cabeza.
Sus ojos miran perdidos el infinito, una vez más como si estuviese ciego y perdido. No obstante, su mirada, inquisitiva, siempre audaz, sé por su intenso brio, jamás perderá el rumbo:
-¿Porqué?- pregunto sin indulgencia alguna.
Analizo la situación, mientras él piensa su respuesta.
Allí, sentada en el suelo de su piso, los dos, juntos compartiendo concidencias y anhelos, como cuando yo aún vivía.
Mis ganas de matarle, que mueren con cada latir de su corazón; y mis ganas de vivir, que aumentan con cada silencio del mio. Él y yo, perdidos en el infinito de su locuaz locura y de mi incansable sed de él. Él y yo "como antaño" o casi.
-Porque no me duele...- reposa la cabeza en la pared y girando la vista hacia donde yo me encuentro, prosigue- pensé que me dolería, que sentiría frío, miedo... pero ¡no! me hace bien, me hace... sentir vivo- dice entre susurros- es como si aún estuvieses...
-...Viva- termino yo- pero no lo estoy.
La risa pugna por salir de mi boca.
Yo la retengo, mas me es imposible no reir por un instante. Ángel me observa, atónito (hacía tiempo que no reía). Después no me contengo, expulso el aire de mi garganta dejando flotar cada nota (alta-baja) de mi risa.
Pronto siento el aire inflarse y llenarse de tonos amarillo-rosáceos; inundarse la sala de un aplomo plomizo causado por mi risa. Soy tan feliz...
-¿De qué te ríes?- pregunta él aún sorprendido, mas con una sonrisa en los labios.
Yo le miro un instante, después, completamente absorta, completamente ensimismada por su sonrisa (la suya, la que me pertenecía, la que tanto he añorado...) le contesto:
-De que me siento mucho más viva que antes- le digo impavida, sin poder ocultarle la verdad.
Él también ríe gozoso, durante un breve instante mágico y subrealista:
-Me da miedo...- me confiesa sin pensar.
-¿El qué?- respondo yo.
-La muerte- me dice- ¿duele? ¿lo pierdes todo?- susurra, con los ojos anegados en lágrimas
Se me hace un nudo en la garganta.
Lo veo a él, frío e inmovil en el asfalto chorreando sangre. Lo veo a él donde debería encontrarse mi cuerpo.
Muevo la cabeza frenéticamente intentando, espantar los fantasma de ella. Después, ya tranquila, respondo:
-No, yo te recuperé a ti...
Lo miro a los ojos y sé, sin saber como que él me siente, que sabe exactamente dónde estoy, que hago, quien soy... Esa sensación ingrávida es la que me da fuerzas para seguir adelante, y confesar lo que inevitablemente él ya sabe:
-...Te quiero.
Él acerca su mano hasta mi, esperando que yo la tome. Lo hago:
-Lo sé ¿sabes?- dice llorando, sin poder retener las lágrimas por más tiempo- lo que más me duele es que yo también te amo.
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Alma
sábado, 23 de julio de 2011
Casi todo
El aire se vuelve más espeso a medida que el día avanza. Las partículas se adhieren a mi, mientras él respira. Primero hondo, después pausado, tranquilo.
Él desliza su mano y va elevándola poco a poco, hasta palpar el aire. Allí se queda suspendido, por un instante, lo que dura un latido. Después desciende de nuevo, mete su mano en el bolsillo del pantalón y vuelve a suspirar.
Sus ojos grises perforan los míos, desenfocados siempre, como si el estuviese ciego.
Yo suspiro a mi vez (a sabiendas de Ángel puede oirme), mas él no se inmuta, sumido en la autocompasión.
Poco a poco su respiración se hace tan lenta, tan tranquila y tan ritmica, que casi pienso que está dormido. De pronto él se mueve, me mira un leve instante (uno más), acerca su cuerpo a mi y se detiene a escasos centímetros de mi rostro.
Allí, suspendido en el aire, queda su aliento, que yo inhalo como si se tratase de una savia capaz de purificar mi alma: "Como si me quedase algo más que alma..." pienso para mi.
Después por segunda vez posa su mano en el aire, rozándome el rostro.
Él me observa una vez más, desentrañando los misterios de mi mirada (mirada que él no puede atisbar), descifrando los entresijos de mi piel (piel que ya no puede sentir).
"Te quiero" dicen sus ojos. "Lo sé" responden los míos:
-A veces te siento tan cerca...- suspira- cada vez más.
Ángel aparta su mano y vuelve a esconderla bajo la tela de su pantalón vaquero. No obstante sus penetrantes ojos grises me miran inquisitivos.
-Yo cada vez te siento más lejos- le confieso sin pensar.
Él se pone serio, después pensativo añade:
-Cuando yo me voy tu vienes, cuando tú te vas me voy yo... Eso no tiene mucho sentido- admite con una sonrisa- pero creo que me da igual. Ahora todo me da igual.
Noto en ese todo, una excepción. Una excepción que me incluye únicamente a mi.
-¿Sabes? a mi hace tiempo que todo me da igual...
Y en ese instante soy yo quien alza la mano para tocar su rostro, y sé, por la vibración de sus átomos que todo su ser a sentido mi caricia. Sin excepciones.
Él desliza su mano y va elevándola poco a poco, hasta palpar el aire. Allí se queda suspendido, por un instante, lo que dura un latido. Después desciende de nuevo, mete su mano en el bolsillo del pantalón y vuelve a suspirar.
Sus ojos grises perforan los míos, desenfocados siempre, como si el estuviese ciego.
Yo suspiro a mi vez (a sabiendas de Ángel puede oirme), mas él no se inmuta, sumido en la autocompasión.
Poco a poco su respiración se hace tan lenta, tan tranquila y tan ritmica, que casi pienso que está dormido. De pronto él se mueve, me mira un leve instante (uno más), acerca su cuerpo a mi y se detiene a escasos centímetros de mi rostro.
Allí, suspendido en el aire, queda su aliento, que yo inhalo como si se tratase de una savia capaz de purificar mi alma: "Como si me quedase algo más que alma..." pienso para mi.
Después por segunda vez posa su mano en el aire, rozándome el rostro.
Él me observa una vez más, desentrañando los misterios de mi mirada (mirada que él no puede atisbar), descifrando los entresijos de mi piel (piel que ya no puede sentir).
"Te quiero" dicen sus ojos. "Lo sé" responden los míos:
-A veces te siento tan cerca...- suspira- cada vez más.
Ángel aparta su mano y vuelve a esconderla bajo la tela de su pantalón vaquero. No obstante sus penetrantes ojos grises me miran inquisitivos.
-Yo cada vez te siento más lejos- le confieso sin pensar.
Él se pone serio, después pensativo añade:
-Cuando yo me voy tu vienes, cuando tú te vas me voy yo... Eso no tiene mucho sentido- admite con una sonrisa- pero creo que me da igual. Ahora todo me da igual.
Noto en ese todo, una excepción. Una excepción que me incluye únicamente a mi.
-¿Sabes? a mi hace tiempo que todo me da igual...
Y en ese instante soy yo quien alza la mano para tocar su rostro, y sé, por la vibración de sus átomos que todo su ser a sentido mi caricia. Sin excepciones.
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lunes, 18 de julio de 2011
El cajón de los recuerdos de Ebie (Frio)
-Sois alucinantes... ¡los dos follais tremendamente bien! Daniel era más espiritual, menos rígido... entendía a la mujer y sus células ( era como si las traspasara y supiese exactamente donde canalizar su fuerza más devastadora), pero ¡o cariño! tú eres más salvaje, más directo... joder, ¡me has dejado buena! creo que no lo olvidaré nunca... ¡ay dios!
Eric se levanta de la cama estirándose como un auténtico semental, que da por concluido su trabajo. La curva de su cuello al estirarse es exáctamente como la recordaba.
-Ebie, cállate... como si no hubiese oido eso antes...- me mira con una sonrisa burlona impregnada en sus ojos, después como si yo no esperase la pregunta, mas temiéndomela, pregunta- ¿conociste mucho a Daniel?
Yo observo su cuello absorta, refrenando las ganas de besarlo y acostarme con él una vez más. Una vez recuperas el amor perdido, ¡Qué dificil y absurdo volver a perderlo!
-Mejor que nadie...
-¿Mejor qué Elle?
-Jamás lo conoció- ahora soy yo quien le mira a los ojos- nunca entendió su mirada, esa tristeza impregnada a su esencia... Elle nunca entendió nada, ¡lo mató poco a poco y sin darse cuenta! Yo no lo ví morir, pero puedo jurar, que al fin fue feliz. Elle nunca asumió que lo fuese, no sin ella...
-¿Lo quisiste?
Yo no aparto la mirada a sabiendas que hacerlo desmentirá mis palabras...
-¡Cómo fo...!- me mira- está bien... digamos que era buenísimo, no te ofendas, tú eres genial, ya lo sabes... pero Dan... Dan amaba a las mujeres, a todas. Deseaba recorrer mundo, poseer a las mujeres, desnudarlas y pintarlas así, puras y desnudas. Descarnarlas con su sexo, y después marcharse, con su retrato desnudo. Así, era su arte... Elle se quedó con los recuerdos, yo con los retratos. Con los suyos desnuda, y con los míos sin vestir... Recorrió ciudades enteras... Ella acabó con su libertad...
-¿Él la amaba?- me pregunta con un matiz en los ojos, que muy a mi pesar reconozco. Un matiz enamorado, ese del que Daniel jamás logró desprenderse. Ese del que Elizabeth era dueña, y ninguna otra podría arrebatar (jamás)
-Como nunca había amado. Él no era un ángel, si no la hubiese querido jamás se hubiese quedado... por eso nunca se marchó, no del todo... el amor sobrevivó después de todo, si no ¿porqué Eric, estarías aquí repitiendo los errores de Dan? Él la amó más de lo que quiso a ninguna otra mujer, y creeme quiso a muchas... (quizá demasiadas...)
Eric se levanta de la cama estirándose como un auténtico semental, que da por concluido su trabajo. La curva de su cuello al estirarse es exáctamente como la recordaba.
-Ebie, cállate... como si no hubiese oido eso antes...- me mira con una sonrisa burlona impregnada en sus ojos, después como si yo no esperase la pregunta, mas temiéndomela, pregunta- ¿conociste mucho a Daniel?
Yo observo su cuello absorta, refrenando las ganas de besarlo y acostarme con él una vez más. Una vez recuperas el amor perdido, ¡Qué dificil y absurdo volver a perderlo!
-Mejor que nadie...
-¿Mejor qué Elle?
-Jamás lo conoció- ahora soy yo quien le mira a los ojos- nunca entendió su mirada, esa tristeza impregnada a su esencia... Elle nunca entendió nada, ¡lo mató poco a poco y sin darse cuenta! Yo no lo ví morir, pero puedo jurar, que al fin fue feliz. Elle nunca asumió que lo fuese, no sin ella...
-¿Lo quisiste?
Yo no aparto la mirada a sabiendas que hacerlo desmentirá mis palabras...
-¡Cómo fo...!- me mira- está bien... digamos que era buenísimo, no te ofendas, tú eres genial, ya lo sabes... pero Dan... Dan amaba a las mujeres, a todas. Deseaba recorrer mundo, poseer a las mujeres, desnudarlas y pintarlas así, puras y desnudas. Descarnarlas con su sexo, y después marcharse, con su retrato desnudo. Así, era su arte... Elle se quedó con los recuerdos, yo con los retratos. Con los suyos desnuda, y con los míos sin vestir... Recorrió ciudades enteras... Ella acabó con su libertad...
-¿Él la amaba?- me pregunta con un matiz en los ojos, que muy a mi pesar reconozco. Un matiz enamorado, ese del que Daniel jamás logró desprenderse. Ese del que Elizabeth era dueña, y ninguna otra podría arrebatar (jamás)
-Como nunca había amado. Él no era un ángel, si no la hubiese querido jamás se hubiese quedado... por eso nunca se marchó, no del todo... el amor sobrevivó después de todo, si no ¿porqué Eric, estarías aquí repitiendo los errores de Dan? Él la amó más de lo que quiso a ninguna otra mujer, y creeme quiso a muchas... (quizá demasiadas...)
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Frío
domingo, 17 de julio de 2011
Entocnes porqué (Kiry)
"-Alex... ¿ya está, se acabó?... ¿la nada? ¿la estúpida nada y la reencarnación? Alex... no te oigo, apenas te veo... ¿Alex?
-Sí, ya está, se acabó. Moriremos juntos, ¿no es hermoso? Todo se acaba y algo nuevo empieza... ¿no ves más allá de tu vida?...
-Alex, tengo miedo... me duele, me pierdo... Estarás allí esperándome, ¿nos encontraremos?
-Descansa Erin, duérmete sabiendo que te amo.¿Sabes? Retiro lo dicho,amar no se conjuga solamente en pasado, amar se conjuga en presente y en futuro...pero nunca en pasado. Te amo Erin, y estés donde estés te amaré, hagas lo que... hagas, seas quien seas... Lo prometo. Ahora duerme, que yo iré contigo... "
-Dorian, ¿estás bien?- me pregunta Kiry.
Tardo varios segundos en responder, sin saber bien dónde ha quedado Alex y porqué yo no he ido con él.
No le he visto la cara, pero sé que me espera, en algún lugar.
Poco después reconozco a Kiry,y ya más tranquila, respiro, con la certeza de que sólo ha sido un mal sueño.
-Sí, sólo ha sido un sueño- murmuro no muy convencida.
Kiry me observa mirándome por primera vez en todo el día.
En sus ojos veo el reflejo de mi rostro, para con asombro descubrir que no sé quién soy.
Allí me encuentro, en el frío iris marrón de sus ojos, totalmente perdida.
Aparezco pálida y asustada, con matices violetas en los pómulos y una mirada extraña. "Como si conociesen el mundo..." pienso con asombro.
-Dorian, los Cauchers no podeis soñar...- después con una sonrisa (de ésas que me maravillan y que tan infrecuentemente asolan a sus labios) añade- claro que tú nunca has sido como el resto.
-Kiry, ¿Cuantos planetas recuerdas, de tus otras vidas?
Él me mira de nuevo, esta vez como si fuese estúpida, o en su defecto, como si estuviese demasiado dormida como para conectar ideas. A pesar de todo responde:
-Sólo dos, no hay nada más en esta galaxia Dorian. Tu planeta y el mío... y en su defecto, el tuyo fue creado por los nuestros, no hay nada más...
Yo le miro entonces, absolutamente consternada. Una lágrima amenaza con brotar de mis ojos, mas sé jamás caerá (los Cauchers no podemos llorar).
-¿Entonces porqué yo recuerdo La Tierra?- le pregunto desafiante.
No obstante, Kiry, asustado, acerca su mano a mi rostro para coger una lágrima. Él responde con otra pregunta...
-Dorian, ¿porqué lloras?
Antes de poder siquiera analizar lo que su pregunta implica, Kiry se acerca a mi y me abraza.
Allí en sus brazos reconozco el aroma de la felicidad:
-Ahora duerme Dorian, que yo iré contigo...
Tras estas palabras, cierro los ojos : "Los Cauchers no pueden llorar..."
-Sí, ya está, se acabó. Moriremos juntos, ¿no es hermoso? Todo se acaba y algo nuevo empieza... ¿no ves más allá de tu vida?...
-Alex, tengo miedo... me duele, me pierdo... Estarás allí esperándome, ¿nos encontraremos?
-Descansa Erin, duérmete sabiendo que te amo.¿Sabes? Retiro lo dicho,amar no se conjuga solamente en pasado, amar se conjuga en presente y en futuro...pero nunca en pasado. Te amo Erin, y estés donde estés te amaré, hagas lo que... hagas, seas quien seas... Lo prometo. Ahora duerme, que yo iré contigo... "
-Dorian, ¿estás bien?- me pregunta Kiry.
Tardo varios segundos en responder, sin saber bien dónde ha quedado Alex y porqué yo no he ido con él.
No le he visto la cara, pero sé que me espera, en algún lugar.
Poco después reconozco a Kiry,y ya más tranquila, respiro, con la certeza de que sólo ha sido un mal sueño.
-Sí, sólo ha sido un sueño- murmuro no muy convencida.
Kiry me observa mirándome por primera vez en todo el día.
En sus ojos veo el reflejo de mi rostro, para con asombro descubrir que no sé quién soy.
Allí me encuentro, en el frío iris marrón de sus ojos, totalmente perdida.
Aparezco pálida y asustada, con matices violetas en los pómulos y una mirada extraña. "Como si conociesen el mundo..." pienso con asombro.
-Dorian, los Cauchers no podeis soñar...- después con una sonrisa (de ésas que me maravillan y que tan infrecuentemente asolan a sus labios) añade- claro que tú nunca has sido como el resto.
-Kiry, ¿Cuantos planetas recuerdas, de tus otras vidas?
Él me mira de nuevo, esta vez como si fuese estúpida, o en su defecto, como si estuviese demasiado dormida como para conectar ideas. A pesar de todo responde:
-Sólo dos, no hay nada más en esta galaxia Dorian. Tu planeta y el mío... y en su defecto, el tuyo fue creado por los nuestros, no hay nada más...
Yo le miro entonces, absolutamente consternada. Una lágrima amenaza con brotar de mis ojos, mas sé jamás caerá (los Cauchers no podemos llorar).
-¿Entonces porqué yo recuerdo La Tierra?- le pregunto desafiante.
No obstante, Kiry, asustado, acerca su mano a mi rostro para coger una lágrima. Él responde con otra pregunta...
-Dorian, ¿porqué lloras?
Antes de poder siquiera analizar lo que su pregunta implica, Kiry se acerca a mi y me abraza.
Allí en sus brazos reconozco el aroma de la felicidad:
-Ahora duerme Dorian, que yo iré contigo...
Tras estas palabras, cierro los ojos : "Los Cauchers no pueden llorar..."
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Kiry
sábado, 16 de julio de 2011
Besos que saben a sexo (Frio)
Besos en el agua que saben a sexo.
Sexo salvaje, sin ataduras y sin cerrojos.
Caricias furtivas y anhelos pintados en rojos carmín.
Fuego que hiela la sangre. Revitalizante natural.
Manos que pasan de un lugar íntimo a uno recóndito, que expertas, aterrizan en la proa llevandolo hasta la popa.
Arañazos que hacen tiritar, mientras el agua inunda nuestros respectivos sexos.
Pasión, sexo.
Después, arremete la ola contra el barco. Naufragando, sintiendose domada y domadora. Presa y cazador.
Un mordisco pequeño en la oreja, baja la marea; vuelve la respiración.
-Ven, cabalguemos una vez más; en lo alto de la Torre Eiffel...- le digo
Ella me sigue, indómita más salvaje que nunca.
Las luces iluminan Paris, mientras dos cuerpos fugaces despiden la ciudad.
Yo, la cabalgo de noche, potra sin domar.
Me araña de nuevo, me aprieta, ruge como una fiera, gime como una presa...
Me mira en París, reluciente y repleta de amor.
Yo la acerco a mi, respirando su olor, suave, caliente... a mujer.
Ella baila , y yo, dentro de ella, la hago danzar conmigo.
La noche llega a una París que se vuelve oscura, mientras dos luces tintineantes, aún iluminan la parte alta de la Torre Eiffel
Sexo salvaje, sin ataduras y sin cerrojos.
Caricias furtivas y anhelos pintados en rojos carmín.
Fuego que hiela la sangre. Revitalizante natural.
Manos que pasan de un lugar íntimo a uno recóndito, que expertas, aterrizan en la proa llevandolo hasta la popa.
Arañazos que hacen tiritar, mientras el agua inunda nuestros respectivos sexos.
Pasión, sexo.
Después, arremete la ola contra el barco. Naufragando, sintiendose domada y domadora. Presa y cazador.
Un mordisco pequeño en la oreja, baja la marea; vuelve la respiración.
-Ven, cabalguemos una vez más; en lo alto de la Torre Eiffel...- le digo
Ella me sigue, indómita más salvaje que nunca.
Las luces iluminan Paris, mientras dos cuerpos fugaces despiden la ciudad.
Yo, la cabalgo de noche, potra sin domar.
Me araña de nuevo, me aprieta, ruge como una fiera, gime como una presa...
Me mira en París, reluciente y repleta de amor.
Yo la acerco a mi, respirando su olor, suave, caliente... a mujer.
Ella baila , y yo, dentro de ella, la hago danzar conmigo.
La noche llega a una París que se vuelve oscura, mientras dos luces tintineantes, aún iluminan la parte alta de la Torre Eiffel
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Frío
viernes, 15 de julio de 2011
Mark
-Mark...
-¿Sí?
-Cuéntame algo tuyo- Elle me mira directamente a los ojos para después proseguir- Cuéntame algo que no sepa nadie más...
Yo la miro por un instante, después, admitiendo mi debilidad, y con la absoluta (e inquietante) certeza de que lo haré, comienzo a hablar:
"La primera vez que vi una Mark 23 del 91, fue, cuando adopté el nombre de mi hermano, Mark.
No puedo explicar cómo, pero aquel arma apuntándome, me devolvió a mi hermano por un instante y esa breve visión, producida quizá por el miedo a morir bajo el influjo de su nombre, me fascinó hasta el punto tal de adoptar su nombre como propio.
Marcos me apuntaba con un arma, que yo, desesperadamente, deseaba fuese mía.
Tal era, mi absorción, que morir bajo el influjo de sus balas me parecía halagador. Era mi hermano quien iba a matarme. Era tan tentador...
No obstante, Marcos, debió de pensar que algo no encajaba realmente bien en mi cabeza.
Tenía 16 años y estaba absolutamente fascinado con el arma que debía matarme.
Debió de creer que padecía de algún decicit, pues, me soltó sin pronunciar palabra alguna.
-Quiero matar con "eso"
Le dije, sin saber que "eso" meses después llegaría a ser mi único amigo.
Aquello, me enteraría después, lo impresíonó profundamente.
Marcos me miró entonces, y como si me viese por vez primera, me apuntó con el arma lanzándome mi primer reto.
Casi por instinto salté a un lado, evitando, no por mucho, que una bala acabase incrustada en mi frente. Después, enloquecido, me lancé contra él.
No tardó más de medio minuto en desequilibrarme y tirarme al suelo. Así, allí estaba, por tercera vez con un arma apuntándome en la cabeza.
Fue un error robar a aquel negro, de metro ochenta, con traje y gafas de sol. Era todo de película, y yo un adolescente marginal, enloquecido y apunto de palmarla. Estaba disfrutando de lo lindo...
-Vámonos-me dijo.
Y así, un día cualquiera, uno más de entre muchos; un día, en el que por casualidades, decidí no ir al instituto (ya como costumbre), uno cualquiera, fue el último día de mi adolescencia y el primero de mi formación.
Apartir de entonces, perdí lo que me quedaba, aunque recuperé al hermano, que un día había perdido.
Y creéme Elle, vengamos la muerte de Mark, con creces. "
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Frío
lunes, 4 de julio de 2011
Pensamientos de un alma perdida (Alma)
"Si yo pudiese tenerte, te tendría.
Agazapada en las sombras del olvido, atacaría, y me haría eterna. Con un beso, sólo con un beso, tú serías mío, y ya no existiría el miedo.
Pero yo no puedo tenerte, no importa cuán cerca este, siempre que tú estés tan lejos. No importa que yo viva por ti, si ya he muerto. No importa... y aún te quiero.
Y cuando tú sufres, me digo, que te lo mereces... pero entonces, me engaño.
Porque cuando tú sufres yo sufro. Y es por eso, que cuando tú olvidas, cuando tú poco a poco mueres y van apagándose tus días, yo muero contigo. Muero y quedo lánguida y exhausta.
Y después, tú... siempre cambias las agujas de mi brújula, dando un bandazo, en dirección contraria.
Cuando me enseñaste lo cerca que habías estado de la muerte, yo me sentí estúpida por haberte dejado hacerte daño.
Tú que eres tan puro, con tus guirnaldas y florituras, pero tan gallardo, y tan iluso. ¡Pero como te quiero!¡Qué estúpido, que incierto! pero ¡qué real!
Ains...
Si yo pudiese tenerte, te tendría... pero ya no puedo.
Y eso me está matando"
Agazapada en las sombras del olvido, atacaría, y me haría eterna. Con un beso, sólo con un beso, tú serías mío, y ya no existiría el miedo.
Pero yo no puedo tenerte, no importa cuán cerca este, siempre que tú estés tan lejos. No importa que yo viva por ti, si ya he muerto. No importa... y aún te quiero.
Y cuando tú sufres, me digo, que te lo mereces... pero entonces, me engaño.
Porque cuando tú sufres yo sufro. Y es por eso, que cuando tú olvidas, cuando tú poco a poco mueres y van apagándose tus días, yo muero contigo. Muero y quedo lánguida y exhausta.
Y después, tú... siempre cambias las agujas de mi brújula, dando un bandazo, en dirección contraria.
Cuando me enseñaste lo cerca que habías estado de la muerte, yo me sentí estúpida por haberte dejado hacerte daño.
Tú que eres tan puro, con tus guirnaldas y florituras, pero tan gallardo, y tan iluso. ¡Pero como te quiero!¡Qué estúpido, que incierto! pero ¡qué real!
Ains...
Si yo pudiese tenerte, te tendría... pero ya no puedo.
Y eso me está matando"
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Alma
viernes, 1 de julio de 2011
Yo no pedí ser quien soy (Kiry)
-Todo va a salir mal- la miro y después, con una sonrisa cínica en los labios, añado- lo sé.
Ella me mira durante un largo instante.
En sus ojos, siempre tristes, aparecen signos de pena que me hacen sentir extremadamente en deuda con ella, exquisitamente lejano a su realidad próxima y lo efímero de su existencia. Y no obstante, es ella, que obstinada como siempre agrega:
-Eres pesimista, siempre lo has sido, pero... ¿porqué?
Dorian sigue mirándome, sin apartar la vista ni un solo instante, como si, observándome minuciosamente pudiese desenredar los entresijos que poco a poco van surgiendo en la red de mis pensamientos, siempre vivaz.
-La vida nunca me ha dado nada bueno, ¿porqué ha de ser ahora diferente?
Ella espera que diga algo, no obstante callo, con los brazos en jarras, clavándome fuertemente las uñas en el antebrazos, con el único propósito de no llorar.
Ella, aparta mis manos, y las dejas, suavemente reposadas en su regazo, mientras, con su mano acaricia dulce la mía.
Dorian no dice nada, y no obstante me mira impertérrita llorar.
Las lágrimas surcan mi rostro, y sin embargo, llorar no me hace sentir mejor.
Me siento mal, una persona efímera, que poco dista de un animal.
"Podría ser mejor" pienso para mí " pero no quiero".
Entonces vuelvo mi cara, mientras intento, borrar las huellas saladas de mi cara, sin éxito.
Dorian atrapa una lágrima entre sus finos dedos.
La observa como si fuese la cosa más maravillosa del mundo, y entre susurros, como si hablase para sí, añade:
-Ojalá, yo pudiese llorar.
Entonces la miro, mientras veo una sombra de melancolía posarse en sus ojos.
Ella, no obstante, sonríe, intentando animarme. La alegría no le llega a la cara, y eso, me hunde en la más negra de las miserias.
- Ojalá pudiese ser tú- suspiro y añado- ¡yo no pedí ser humano!
Y sin mirarla siquiera me levanto y me voy, a sabiendas de que ella, vendrá conmigo.
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Kiry
martes, 28 de junio de 2011
Comienzo (kiry)
"Ey, ¡Kiry!"
Dorian me llama, mientras, con la mirada perdida, la siento junto a mi, mordiéndome la oreja en un mundo de locura, donde el sol sale por donde quiere, y ni ella, ni yo tenemos sentido.
Me siento a esperar mientras ella ronronea, y embadurna, poco a poco, mi rostro, de ese maquillaje estrambótico, de muñeca Gore con toque mimo, que le hace, indiscutiblemente parecer una muñeca de trapo usada... y hermosa.
Sus ojos verdes me apaciguan de vez en cuando, sobre todo, cuando el sol sale por el este (los miércoles y los viernes), cuando más perdido me siento, cuanto más confundido me encuentro.
Entonces ella me mira, con esos ojos siempre tristes, desfigurados con sombras grises de penas y amarguras, y entonces, sólo entonces, me siento mejor.
Ella, me persigue por la ciudad, gritando mi nombre, y siempre a distancia, ella va detrás, con una sonrisa un tanto diabólica y diafana en los labios, tan extraordinaria como inquietante.
Luego, me siento, y ella junto a mi, me acaricia y me hace sentir, casi normal, como si todo fuese bien por un instante.
En esos momentos, confundo la vida con el amor, durante un instante, luego siempre la dejo hacer, y ella, agradecida me mima y me atribuye cualidades que sin duda yo no tengo.
En ese instante, cuando ella voltea mi cara, con la absurda intención de besarme, aparece Marlene, con su inescrutable cara de poker y esa macabra actitud de payaso de Celofán que siempre adopta.
Ella ( o ¿él?) con esa cara de zorra astuta siempre espanta a Dorian, que con un beso de ternura en la mejilla, me deja y vuelve tras de mi, como un Caucher cualquiera.
Marlene, siempre atenta, y atolondrada, cualidades innatas en un Keeper (vigilante),me escruta mientras con una ceja alzada me recuerda que aquí en la ciudad, nada pasa siempre igual. Excepto en mi vida.
Dorian es mi Caucher, mi guarda, mi escolta, mi sombra.
Dorian, es quien vela por mi, quien me entiende, quien vive para mi. Ella, siempre tan extraña, incluso para ser quien es, ella que reluce bajo el manto de estrellas doradas, siempre brillante en ése estrambótico estilo, salido de un circo en blanco y negro.
Ella, que es mi única amiga, con la única que no debería hablar. Ella, le da sentido a las cosas, al menos los miércoles y los viernes, que recordándolo, siempre es cuando peor estoy, cuando menos me centro.
Creo que ella lo sabe y por eso se asegura de que esté bien, o eso quiero creer. Le da sentido al sinsentido, y controlar la nada, de vez en cuando, resulta casi, gratificante.
Pero en esta perra vida las cosas buenas siempre se quedan a medias, como nuestro beso, siempre en un maldito e inacabado, casi.
Dorian me llama, mientras, con la mirada perdida, la siento junto a mi, mordiéndome la oreja en un mundo de locura, donde el sol sale por donde quiere, y ni ella, ni yo tenemos sentido.
Me siento a esperar mientras ella ronronea, y embadurna, poco a poco, mi rostro, de ese maquillaje estrambótico, de muñeca Gore con toque mimo, que le hace, indiscutiblemente parecer una muñeca de trapo usada... y hermosa.
Sus ojos verdes me apaciguan de vez en cuando, sobre todo, cuando el sol sale por el este (los miércoles y los viernes), cuando más perdido me siento, cuanto más confundido me encuentro.
Entonces ella me mira, con esos ojos siempre tristes, desfigurados con sombras grises de penas y amarguras, y entonces, sólo entonces, me siento mejor.
Ella, me persigue por la ciudad, gritando mi nombre, y siempre a distancia, ella va detrás, con una sonrisa un tanto diabólica y diafana en los labios, tan extraordinaria como inquietante.
Luego, me siento, y ella junto a mi, me acaricia y me hace sentir, casi normal, como si todo fuese bien por un instante.
En esos momentos, confundo la vida con el amor, durante un instante, luego siempre la dejo hacer, y ella, agradecida me mima y me atribuye cualidades que sin duda yo no tengo.
En ese instante, cuando ella voltea mi cara, con la absurda intención de besarme, aparece Marlene, con su inescrutable cara de poker y esa macabra actitud de payaso de Celofán que siempre adopta.
Ella ( o ¿él?) con esa cara de zorra astuta siempre espanta a Dorian, que con un beso de ternura en la mejilla, me deja y vuelve tras de mi, como un Caucher cualquiera.
Marlene, siempre atenta, y atolondrada, cualidades innatas en un Keeper (vigilante),me escruta mientras con una ceja alzada me recuerda que aquí en la ciudad, nada pasa siempre igual. Excepto en mi vida.
Dorian es mi Caucher, mi guarda, mi escolta, mi sombra.
Dorian, es quien vela por mi, quien me entiende, quien vive para mi. Ella, siempre tan extraña, incluso para ser quien es, ella que reluce bajo el manto de estrellas doradas, siempre brillante en ése estrambótico estilo, salido de un circo en blanco y negro.
Ella, que es mi única amiga, con la única que no debería hablar. Ella, le da sentido a las cosas, al menos los miércoles y los viernes, que recordándolo, siempre es cuando peor estoy, cuando menos me centro.
Creo que ella lo sabe y por eso se asegura de que esté bien, o eso quiero creer. Le da sentido al sinsentido, y controlar la nada, de vez en cuando, resulta casi, gratificante.
Pero en esta perra vida las cosas buenas siempre se quedan a medias, como nuestro beso, siempre en un maldito e inacabado, casi.
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Kiry
domingo, 26 de junio de 2011
amor mio (Frío)
Yo aparto la mirada, resoplando, mientras pienso, en mi fuero interno, el porqué de haberle dejado "mi juguete".
-¿Deja eso, quieres?
Ella me mira a los ojos, después sonríe y añade:
- Querido Mark, ¿tienes miedo de que te reviente los huevos?
Yo me acerco un paso, le beso en los labios y después, tras un empujoncito le arrebato la pistola de entre sus dedos:
- ¿Y tú cariño?- le digo apuntándole a la cabeza.
Ella sonríe y se aleja, mientras en la lejanía añade:
-Tú ganas, echamos el polvo, ahora mismo.
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Frío
En otoño (alma)
La brisa acariciaba mi rostro, poniéndome, muy a mi pesar, la carne de la cara, de gallina. La brisa arremolinaba mi pelo en mi nuca, en mis labios y en mis ojos, impulsándome, dejándome muda, ciega...
Yo, me dejaba llevar, con los brazos abiertos y la sonrisa repleta de luz, mientras, veía con cuidado, caer las hojas.
El aire de otoño, olía a misterio, a locura, a colores que cambiaban del gris al naranja, que hacían preguntarme si alguna vez, se cansaban de mudar sus colores; preguntarme si no sería, acaso, un camaleón gigante, mudando la piel, de árbol en árbol, de sol a sol.
La hojarasca, revoloteó de pronto y allí estaba, mi flor en tu mano, revoloteando libre, sin querer marcharse de tu lado, jugando con tu palma abierta. Y tú a mi lado, ofreciéndome la última margarita abierta, llena de primaveras y anhelos.
-Esto es tuyo ¿verdad?...
Me miraste, sólo para añadir, poco después, que aquello no podría ser de ningún otro.
Yo asentí, segura de que empezabas a dudar de mi posible estabilidad mental, pero porqué engañarme, en aquel momento no tenía estabilidad mental alguna. Mi mundo empezó a girar, alrededor de tu ego, y tú mientras me mirabas, como absorto y anhelante, mientras con un suspiro colocabas una flor en mi pelo, colocando mis suspiros, mis anhelos...
-Me llamo Ángel- me miraste esperando una respuesta que no llegaba, para después añadir- ¿Cómo te llamas?
-Alma- respondí, sin poder apartar los ojos de tus labios, que vibraban como si estuvieses cantando una canción de cuna (después descubriría que aquella no era si no tu melodía interior)- ¿tocas?- te dije refiriéndome a tu violín.
-Sí, no, no sé...- lo pensaste un segundo y después agregaste- supongo.
Entonces cerraste los ojos, colocaste el violín bajo tu barbilla, y con tu música empezaste describirme mejor de lo que cualquier hombre sería capaz de hacer jamás.
Recorriste mis labios rojizos, mi largo cabello negro, mis ojos grises... recorriste mi mundo, con una música que me hizo amarte. Aprender a amarte.
Después abriste tus ojos, ceso la música, sonreíste y con un mohín burlesco, añadiste:
-No puedes llamarte Alma, ciertamente, no te pega.
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Alma
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