El parque estaba desierto.
Los árboles aparecían macilentos y enfermizos, faltos de vida, como si las espesas nubes hubiesen absorbido su savia.
Las ramas crepitaban y se rompían bajo el peso de mis botas marrones.
La lluvia caía lenta y silenciosa como si temiese romper el impetuoso silencio que de pronto había abarcado la ciudad. Aquello parecía una ciudad fantasma...
De pronto oí un ruido a mi espalda, el cual me sobresaltó sobremanera. Detrás de mí, acuclillada como si de un momento a otro fuese a atacarme, me observaba una chica, de mi edad aproximada, que yo jamás había visto.
Tenía el pelo negro y corto, y una sonrisa triunfal en los labios, como si quisiese decir: "Al fin te encuentro"
Se acercó lentamente a mí, pausada, para que yo entendiese que ella mandaba allí.
Me dí cuenta de que había comenzado a respirar costosamente, mientras aquella extraña se acercaba inexorable hasta donde yo me encontraba. Quise huir, salir corriendo, no obstante las piernas no me respondían...
-No deberías correr- me dijo con voz seria- sólo conseguirías cansarme y no tengo ganas de correr detrás de ti como si fuese un perro.
-Pues vete- le espeté con voz temblorosa.
La chica hizo un amago de sonrisa, como si esa situación le gustase tan poco como a mí:
-Exacto- asintió, poniéndose frente a mi- esta situación a mi tampoco me gusta- me miró un leve instante y después, con voz trémula, anunció- estás en peligro.
Sopesé sus palabras durante un leve instante, con la extraña sensación de que no mentía. De que realmente estaba en peligro, no obstante, descarté tales pensamientos de mi mente, y me encaré a ella:
-Oye... no tengo tiempo para que me tomen el pelo, deberías...
-¿Desaparecer y dejarte sola?- continuó la frase palabra por palabra- Me gustaría- admitió-Pero me debo a una promesa que no me queda otra que cumplir- me confesó- debía avisarte de que corres peligro. Y no, no es broma- me dijo leyéndome una vez más el pensamiento- Te buscan y si te encuentran te matarán.
Me miró unos instantes como si quisiese añadir algo más, después, pareció pensarlo mejor pues decidió callar.
Observé que sus ojos relucían de manera casi espectral. El iris marrón de sus ojos brillaba, como si unos matices dorados recubriesen dicho iris. Hubiese jurado que tenía los ojos del color del caramelo, no obstante, aquello era algo que no pegaba con su personalidad. ¿Sería acaso verdad que algo escapaba a su involuntaria altivez?, lo dudaba, así, sus ojos debían de ser de un sutil color avellana.
-¿Qué es lo que quieres?- le pregunté a la chica sin nombre.
-Ya te lo he dicho; te buscan- se acercó un poco más a mí, y mirándome fijamente a los ojos me rogó- Que no te encuentren, que la muerte de Marcos no haya sido en vano.
Después, se dio media vuelta y comenzó a andar.
Tenía miles de preguntas que hacerle, miles de objeciones, miles de explicaciones que pedir... aún así, lo único que fui capaz de preguntar fue su nombre.
Ella se giró un instante: "Rina" pronunció, y después, simplemente, desapareció de un salto.
***
Rina:
Pensaba en Marcos mientras la seguía a ELLA. Los árboles aún tenía suficientes hojas como para ocultarme de miradas indiscretas, claro que cualquiera que me estuviese buscando y supiese como dar con un mentalista, me hallaría sin problema. Pero ella no.
Mis palabras la habían preocupado, no obstante, no había sentido ése pavor que le impulsaría a huir y esconderse, pavor con el que yo había contado.
Una vez más pensé en Marcos, completamente frustrada. ¿Porqué no le había contado nada?¿Porqué después de avisarla yo era incapaz de dejarla marchar? ¿Porqué él tuvo que morir?
Sin Marcos, la magia de "los cinco" se había perdido. No era menester encontrar al "Quinto"; no era necesario cuidar del Ónice, no obstante, ahí estaba yo, observando a aquella a la que un día, Marcos juró proteger.
Observé a aquella chica de mediana estatura y largo cabello castaño, de hipnotizante mirar, sin poder creer aún que ella fuese el secreto de cuanto estaba pasando. Que ella fuese la única que en su día pudiese salvarnos y que Marcos lo hubiese echado todo a perder.
Sin su magia, ELLA estaba sola, y sin ELLA todos estábamos muertos.
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