lunes, 30 de mayo de 2011

Lo sé (Alma)






-Me hiciste daño, eso lo sabes bien. ¿Y de que hablo? también lo sabes. Tú querido, sólo tú, sabes que pasó. Yo apenas conozco la mitad de la historia (sólo he jugado la mitad de la partida), el principio y el final. Como me engañaste, como me destruiste. Pero eso, eso Ángel, tú lo sabes. Tú sabes que pasó, qué hiciste, que me has hecho... YO sé que te haré, que pasará. Supongo que juego con ventaja querido. Yo te hablo cuando quiero, yo juego contigo cuando quiero. Yo hago lo que quiero, cuando quiero y porque quiero. Porque estoy muerta, porque TÚ me mataste. Y no me importa, ya no me importa nada. No te siento, y quizá por eso mi venganza se hará larga. No siento resquemor alguno, ni impaciencia, ni dolor... ah! pero ¡qué bien miento! Sí, me equivoco, sí siento. Siento como me temes, siento como me tienes... ¿pena?, sí pena, pero ¿por ti o por mí?. Por ti desde luego, ¿cuándo has pensado en mí? no ibas a empezar ahora... No, ahora ya sería tarde para empezar. Pero es mi hora, y ¿sabes? pronto te arrepentirás de no haberme querido, es más, no es eso, te arrepentirás de haberme mentido. De eso, sólo de eso. Yo no puedo elegir a quien amas, eso no; lo sé. Pero puedo elegir mi destino, y lo siento cariño, también el tuyo. Aquel 15 de febrero se marcó tu historia, quizá tu error simplemente fue conocerme (y equivocarte conmigo).

-Tienes tanta razón Alma. Yo sé que quedó en el camino, sé que cambió en la historia. Sé que te maté, de pena, de miedo, de tristeza, de dolor... DE AMOR. Sé que me quisiste, y sé que me odias. Sé también que te arrepientes de haberme conocido, porque te he hecho daño, porque te he destruído. Sé que mis palabras me costarán caras. Pero siempre hemos hablado tan claro... ¿Porqué cambiar ahora?. Sé que no sientes pena por mí, sé que disfrutas con todo esto. Lo sé, se que en el fondo te duele, que te traspasa cual navaja de doble filo, lo sé porque aún te importo. Porque aún hay algo dentro de ti, que te une a lo que sentiste. Pero no importa, ya no. Sé que pronto se disolverá esa fina línea que te une conmigo. Lo sé y no te tengo miedo... en fin, supongo que yo también soy un maestro mentiroso. Te temo, y tú me amas, lo sé. Lo sé porque te conocí. Me amas y me odias por ello. Pero pronto acabará. Pronto dejarás de sentir cariño o afecto, pronto se disolverán tus dulces sentimientos. Y entonces de verás desearé haber muerto. Pero lo haré pronto, eso también lo sé.
Pero en algo te equivocas, querida, mi error no fue equivocarme contigo, mi error pequeña, fue haberme ido. Y si miras dentro de mí sabrás que no te miento.

viernes, 27 de mayo de 2011

Lo supe (Frío)





Bebió champán de mis labios.
El trago, recorrió fresco y rebelde su lengua, y mientras, jactándose de una disciplina casi armónica, yo, absorta, observaba sus movimientos. Extendía los brazos, en la fracción de segundo que durara el trago, pero él; él tan magnánime y extraño, parecía recrear el instante, hacerlo eterno.

Sus palmas miraban al cielo; parecía un ángel caido en gracia, y no obstante, no le hacía falta despegar las halas para volar, como en ese instante él estaba haciendo.
Sus labios no dijeron palabra alguna, permanecían sellados; su cuerpo tenso, como si estuviese a punto de saltar (o salir volando), como si de pronto yo hubiese dejado de significarlo todo, para significar nada.

Entonces abrió los ojos, con una refulgente sonrisa en ellos. Allí sentado, rodeado de flores malvas, en los jardines de Versalles, casí parecía salido de un cuento, como si hubiesen cambiado su ser y lo hubiesen transformado en el último de los pecados capitales.

Apenas dijo nada, mas pude sentir como me hacía el amor con la mirada, como recorría mi cuerpo con su boca.
Pude sentir como me amaba, y como ese amor era correspondido con un amor mayor al suyo.
Y supe, en ese mismo instante, que me quedaría allí sentada con él, que recorrería el mundo a su lado y que no me cansaría de tenerle junto a mí, allá donde nos llevaran nuestros pasos.





martes, 24 de mayo de 2011

Eric: Adiós pequeña (Frío)


La seguiría al fin del mundo.
Recorrería Londres bajo la lluvia, París bajo las luces de bohemia... recorrería sin duda el callejón del beso con ella. México, lindo México, besos, pasiones... colores, algarabía, ella, yo...

Con su boina francesa y su sonrisa de cristal, la veo marchar, risueña y contenta, con alguién que no soy yo.
Casi parece una princesa de cuento, enroscado su brazo alrededor del torso de éste.
Él acaricia suavemente su costado, como si temiese romperla...

Si yo la tuviese, si ella fuese mía... jamás la dejaría ir. Agarraría su cintura y la fundiría a mi cuerpo, a base de gestos y serenatas de balcón. No obstante la dejo marchar y me siento estúpido, tan ridículo en esta partida de poker... (supongo que yo juego sin pareja, y ella... con repoker en la mano).

Veo como coge el avión, contenta de irse.
Creo que me olvida, por momentos, por instantes... que se marcha y que no vuelve.

Yo, me quedo exhausto, agarrado a la baranda, escondido tras el pilar de mis olvidos, viéndola partir: "Adiós, querida..."

Su pelo ondea cuán bandera, hiza velas... el barco pirata embarca, con el cofre del tesoro (mi corazón) y un polizón, en busca de Tierra.

Casi la veo aterrizar, descorchar su sonrisa de diamante, y ponerse otra vez la boina, con un acento Francés que deja mucho que desear.
La veo deambuleando por las calles, zarandeando sus caderas como potro sin domar. Veo como lo observa, como se para en la curva de su hombro. Los veo besarse...

Cae la noche, mas yo apenas lo veo; las lágrimas surcan mi rostro, creando riachuelos de tristeza, que desembocarán en el mar Elizabeth.

Ella ya no está... y yo sigo aquí perdido en la calle.


lunes, 23 de mayo de 2011

Contigo (Frío)



Su pelo era más rojo, más vivo y salvaje de lo que yo recordaba.
Su tez aparecía pálida, casi mortecina, no obstante, su belleza era tal que cegaba. Sus ojos irradiaban paz, la calma tras la tormenta; y aunque ella no me lo dijo, supe que se había encontrado, y que de una forma u otra, había hecho una tregua con su alma.

Acaricié su nalga desnuda, con mi mano, palpando su calor con mis anhelos. La había extrañado. Mi mente había creído que era un espejismo, pero no, el amor que procesaba a aquella que ahora yacía tendida en mis brazos, era demasiado inmenso, demasiado destructivo para ser ficticio. No, era equívocamente real.

-Mark, ¿me estás escuchando?

Su mirada se posaba en mi rostro, como pájaro que busca su nido; pero aquel pajarito, tan inusual y exótico, no necesitaba nido para tener un hogar. Me tenía a mí, el último rescoldo, en la última superficie del mar de los recuerdos de Elizabeth.
Negué con la cabeza, absorto aún con su belleza, y sus siempre sorprendentes expresiones. El pequeño vibrar de sus labios, casi le hacía parecer una niña. Podía pasarme las horas mirandola.

Me tumbé en la cama junto a ella, mirando el techo, viendo las inexistentes estrellas en él, justo a tiempo de oirle decir:

-Da igual, pronto descubrirás a donde iremos. Quiero ver mundo Mark; y quiero verlo, contigo..

jueves, 19 de mayo de 2011

Perdida (Frio)



A Dios sabe quién:


Hace tiempo que dejé de ser quién soy.


En realidad no sé quién soy ni que estoy haciendo; no sé a qué he venido ni cuanto tiempo llevo perdida.

Hace semanas que no veo a nadie.

Este encierro al que me he sometido, no sólo me ha aislado, me he sentido perturbada por dentro... Supongo que el dolor ha estallado de una vez por todas, y quizá por eso ahora, estoy desorientada como ave que pierde el rumbo.


Mark me ha llamado. Eric me ha llamado. Yo no he cogido.


Hace días que desconecté el telefono, desde entonces apenas me he movido.


No sé que me ocurre no tengo fuerzas, me siento triste y sola, con unas incesantes ganas de recorrer mundo y ridiculizar a los hombres.


Como al principio; siempre vuelvo a comenzar.


Tengo miedo y no puedo evitarlo.

Tiemblo sólo de pensar que amo a Mark; tiemblo al saber que no puedo olvidar a Daniel.

Temo por Mark, y por que él pueda ser uno de esos muchos hombres que ya forman parte de mi albúm de recortes de corazones rotos.

Tengo miedo porque le amo. Supongo que es un punto de partida (quizá ahora sepa a donde ir)


Elle.


Paseé por la estancia desordenada, hasta llegar al telefono.

El pitido me advirtió de que estaba despierto.

Tenía mensajes, incesantes mensajes que ya jamás leería.

-Mark, necesito verte- le dije


Después simplemente colgué a sabiendas de que él vendría y de que yo había vuelto.

Aún (Alma)


Cuando estaba allí, dormido bajo el sueño de la inconsciencia, casi sentía como si nada hubiese ocurrido. Como si la negruzca neblina de mi mente desapareciese por un instante, instante en el que sentía que todo podía ser como antes.
Entonces me sentaba a su lado, lo observaba con ternura y rozaba su cara con mis traslúcidos dedos.
Entonces él temblaba, su labio hacía un mohín y cuando mi mano dejaba de rozarle le sobrevenía la calma de nuevo.

En ese instante todo se truncaba, era consciente de que ya no podríamos estar juntos, y de que nuestra historia no tenía cabida en el mundo; mundo al que ya no pertenecía.

Y así pasaba los días, demostrando odio y ternura, más aún a sabiendas de que no debía sentir.
Y me sentía, desmoralizada, frágil... otra vez suya.
Me daba cuenta de que la muerte no me había matado, y era así que mis sentimientos seguían siendo suyos. Supongo que aún le amaba, y que hacerlo, era inevitable; demasiado inevitable.
Aquel, supongo, había de ser mi condena.

No, no odiaba a aquel hombre, odiaba amarle... Odiaba mi muerte como había odiado mi vida.

Y tenía miedo, el mismo miedo que veía en sus ojos cuando él despertaba.

Entonces y sólo entonces comprendía que aquella historia que comenzó un día de otoño, bajo un magnolio de un páramo cualquiera... había muerto, con la desesperación de una mujer que amaba, lo que ningún hombre podría ofrecerle. Una mujer que amaba incluso más allá de la vida.

Suspiré, cuando con un último beso en la mejilla él despertó de sus sueños.

lunes, 16 de mayo de 2011

Despertar (Alma)



Cuando desperté ella estaba ahí.


No pude verla, ni oirla, quizá porque no dijo nada, mas supe, de manera inexplicable, que ella aguardaba en algún rincón de la habitación.


Quizá quería hacer del suspense un arma ponzoñosa que incitase de alguna manera al temor, mas este no llegó. Me hallaba sumido en una apacible calma, propinada quizá, por los interminables calmantes que hubieron de ponerme.


No obstante sabía que aguardaba, quizá a que yo hablase, quizá a que no dijese nada...


No pude negarlo por más tiempo, Alma había vuelto, y para quedarse. Ni siquiera aquella idea, que tan brillante, aparecía bajo mis párpados, logró helarme la sangre.


No me había matado, y no lo haría en un tiempo (al menos eso esperaba), no obstante... ¿Qué tenía pensado para mí semejante mujer?


Muy a mi pesar, empecé a temer que pronto lo descubriría.


Un escalofrío recorrió mi espalda, justo antes de cerrar los ojos y sumirme en otro largo sueño: Allí, junto a la ventana, había alguien riendo... no obstante la habitación se hallaba vacía... Alma estaba allí, esperándome.

martes, 10 de mayo de 2011

Ganas de venganza(Alma)






-Me estoy volviendo loco...- dijo él



Un eléctrico sentimiento recorrió mi columna vertebral, mientras las abnegadas lágrimas amenazaban por salir, mas mis etereos ojos, no llorarían.


Aquello, lejos de aliviar mi pesar, incrementó la insatisfacción que mi cuerpo había erigido entorno así.



-No te estás volviendo loco querido...


La última palabra adoptó un cínico énfasis, que bien podría sustituirse por resquemor, mas me contenté ante el asombrado semblante del maltrecho hombre, que aparecía flácido y débil, debido quizá a las imprecaciones de escuchar mi voz.



Pronto aquel cuya voz parecía haberse perdido (como la rojez de sus carnes), habló, como si con premura necesitase negar la evidencia de que podía oirme.


-He debido de enloquecer, ¡oh pobre de mí! ¿Qué será ahora de mi música?¿Donde quedan ahora mis futuros encuentros, mi futuro porvenir? ¿Porqué soy yo quién ha caído en las malditas garras de la locura?



-¿Tú? pobre necio, que loco no has de estar... Sé que me reconoces, ¿cómo no habrías de hacerlo si eres tu quién procuró mi muerte?¿Cómo, ser ruín, apelas ahora a la locura? Muerto el perro se acabó la rabia.
¡BLASFEMIA!

Oh querido blasfemo, ¿Crees de verás que la locura podrá salvarte del cruel destino que yo he tenido a bien de prepararte?
¡Iluso!


Apenas así su violín, pues éste salió precipitado, cual proiectil con el firme objetivo de alcanzar su cabeza.



Mi rabia, apenas había alcanzado su gloria, cuando, el instrumento dió de bruces con el semblante de aquel, a quien había prometido vendetta.


Las cuerdas se sesgaron en el aire, tal vez por la ominosa fuerza de mi cuerpo, y éstas dóciles cual perro amaestrado arañaron su cara, provoncándole un leve rasguño en la mejilla izquierda.


La sangre, apenas salpicó mi rostro mas encolerizada como estaba no dudé en asestarle el golpe que debiera llevarle a su horrible final.
Una rabia, improvista hasta entonces, se apoderó de mi cuerpo y mis fuerzas, lanzándo a este por la ventana, que de pronto se hallaba abierta.



El miedo recorrió su semblante mientras, con la desesperación de la impotencia intentaba asirse a un asidero que no aparecía en ningún lugar.



Y mientras, su cuerpo se precipitaba en la noche, por la ventana, con la promesa de desmenuzar su cuerpo la tierra, cual depredador hambriento.



"Aún no" Y tras este fugaz pensamiento me dejé ir allá donde la noche (aún larga) me llevara.

domingo, 8 de mayo de 2011

Y quizá por todo eso... (Alma)




El final llegó incluso antes de que osaramos decir basta, fue tan repentino y prevesible, que casi me hizo daño. Demasiado daño.


Supongo que acabé por salir del estupor del principio, no lo sé bien.




Recuerdo el dolor en las costillas, los analgésicos para el dolor de cabeza y la manta arrebujada en mi cuerpo, cuando la cerveza se caía al suelo.



Creo que me hiciste daño, por la mañana, por la tarde, por la noche... a todas horas me hiciste daño, esperando tu llamada, yo en el sofá, tú en la cama (a saber con qué mujer)



Y no llamaste, me dejaste a medias, medio rota, medio vacía, medio estúpida completa... El caso es que me dejaste, y que eso me valió para darme cuenta de que por aquel entonces ya estaba demasiado enamorada como para arreglarlo. Por eso me dejaste, sin vacilar.


Por eso el tiempo pasó sin yo darme cuenta, y para cuando me enteré, yo estaba aquí, con la mirada infinitamente más perdida que antes, y sed de venganza.



Será que ya no te tengo miedo y por eso las cosas han empezado a cambiar...

viernes, 6 de mayo de 2011

En tu vida y en la mía (Frío)





Me aseguré primero de que no hubiese nadie cerca, después me encerré en mi piso, como otras tantas veces hubiera hecho.




Hacía tiempo que necesitaba estar sola.




Mi vida tal como la conocía, había cambiado en apenas un instante, combirtiendo el tedio en absoluto nerviosismo.






Creí que no volvería a enamorarme, y no lo había hecho.




No... hacía tiempo que había olvidado lo que era querer, quizá demasiado empecinada en aferrarme a un amor pasado, había desmoronado mi muro de cristal y hielo, y no había quedado nada.






Absolutamente nada.




Hacía tiempo que había olvidado lo que era una caricia, tiempo desde que el sexo no significase nada... Mas Mark era un suspiro, mi bocanada de aire en el mar (que me ahogaba sin remedio).





En ocasiones había ansiado destrozarlo, destruir su existencia y hacerle ver que yo era una mujer gélida, una marmórea estatua que no hacía sino fingir felicidad.




Pero no podía.




Quizá me había acostumbrado a quererle de manera desinteresada, quizá tenía miedo de no volver a querer nunca, y él, tan inusualmente sencillo, me agarraba y hacía aferrarme a la extraña realidad.




No estaba muerta, y era él quien me demostraba que aún quedaba vida.





Mark era mi isla en el mar.




No obstante no podía dejar de pensar en un Daniel, que hace tanto había amado y aún, dijese lo que Ebie dijese, lo amaba.



Me había topado lágrimas en la almohada, tras una larguísima noche de insondables recuerdos que afilados cuan agujas se clavaban en la piel entre las uñas y la carne, y me desgarraban manos y pies, agarrotando de esta guisa cada célula de mi exhausto cuerpo.



Y Eric... Eric era la droga.




Él, hacía resurgir el recuerdo de aquel que me había enamorado. Y aún, empecinada como estaba en olvidar su parecido, aún, no podía sino comparar a ambos hombres.





Cuando él estaba cerca me faltaba el aire.




Cuando su cuerpo se acercaba al mío, y aunque sólo fuesen nuestras ropas las que se tocasen, sentía una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo, surcar mi nuca y posarse en mis labios.



Entonces, y sólo entonces, ansiaba besarle.



Ansiaba tenerle cerca y respirar su aire.



Y aunque mi corazón se agitase, cuando ambos esotéricos hombres se cruzaban en mi camino, yo sabía que la insondable coraza que mi corazón, como buen constructor, había alzado enredor de mi alma, sería un obstaculo difícil de saltar.



Mas aún si quien me torturaba era yo misma. Más aún, si no sabia amar y a quien hacerlo.




Así, me apoyé en la puerta, en el hole, mientras la noche caía. Yo caía con ella, en el profundo abismo de la vida.

jueves, 5 de mayo de 2011

Lo que la mirada esconde... (Alma)








Ladeaba la cabeza, y tenía los ojos entrecerrados.



Su piel olía a baño y espuma de afeitado, y su sonrisa, siempre tan cegadora, iluminaba la estancia que aparecía ténue bajo la luz de las velas.



Si no fuese, porque conocía su aprensión por la luz en desmesura, hubiese jurado que aquel idoneo hombre, que aparecía bajo el manto de la perfección, esperaba a una mujer.



Pero él no estaba conquistando fémina alguna, su cuerpo temblaba con la música, mientras esa pícara sonrisa se ensanchaba con los nuevos acordes de su violín.


Y allí, dedicado a la única mujer que amaba (la música), estaba el hombre a quien había jurado odiar. Mas su dulce felicidad, me hacía tan absurdamente plena...


Respiré hondo y deshice todo pensamiento de mi mente.



Sé bien, que debí de enloquecer, no por la muerte, que en poco me había conseguido cambiar; enloquecí por la vida que él me había arrebatado, por su destrucción masiva, porque no había sido lo suficientemente fuerte como para seguir adelante si él ya no estaba... porque me había demostrado que yo era un ser débil.



-Pero ya nunca más. Ya no seré débil en tu cuerpo, querido- dijo esta palabra con recochineo y resignación- ahora serás tú quién tiemble bajo el poder de mi escarchada piel.



De pronto una sensación de terror invadió mi traslúcido cuerpo.



La música había dejado de sonar, y él, como si hubiese visto un fantasma, me miraba, con los ojos completamente desorbitados y la mandíbula tensa de puro terror.


Mas él no me veía, de eso bien me había jactado.

-¿Alma?



Esa sensación de terror que antes había sentido se impuso.


Mi cuerpo, se había tornado rígido, mas la creciente falta de gravedad, pronto desentumeció los agarrotados músculos de ultratumba. En un rescoldo de mi corazón, el engranaje se había activado.



Ni la muerte, la maldita muerte me había apartado del mundo de los vivos, al menos no del todo.



La maldita muerte, comprendí de pronto, no me había alejado de él. Él aún podía oirme, y supe, mientras él aún pudiese sentirme, yo no moriría del todo.