El final llegó incluso antes de que osaramos decir basta, fue tan repentino y prevesible, que casi me hizo daño. Demasiado daño.
Supongo que acabé por salir del estupor del principio, no lo sé bien.
Recuerdo el dolor en las costillas, los analgésicos para el dolor de cabeza y la manta arrebujada en mi cuerpo, cuando la cerveza se caía al suelo.
Creo que me hiciste daño, por la mañana, por la tarde, por la noche... a todas horas me hiciste daño, esperando tu llamada, yo en el sofá, tú en la cama (a saber con qué mujer)
Y no llamaste, me dejaste a medias, medio rota, medio vacía, medio estúpida completa... El caso es que me dejaste, y que eso me valió para darme cuenta de que por aquel entonces ya estaba demasiado enamorada como para arreglarlo. Por eso me dejaste, sin vacilar.
Por eso el tiempo pasó sin yo darme cuenta, y para cuando me enteré, yo estaba aquí, con la mirada infinitamente más perdida que antes, y sed de venganza.
Será que ya no te tengo miedo y por eso las cosas han empezado a cambiar...
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