lunes, 10 de octubre de 2011

capítulo 4: el rescate (DoL)


-No deberías ir- me convino Ryan en el momento en el que me proponía salir.

Él me conocía bien, y sabía de la estupidez de intentar retenerme cuando había tomado una resolución. Suspiré y me giré, enfrentándome directamente a él.

Sus ojos, eran de un profundo gris triste, que me hipnotizaba... y probablemente, la única cosa capaz de hacerme cambiar de parecer, en el mundo.
Posiblemente, le debía mi vida a ésa mirada, y a la sensatez de las palabras de Ryan:

-Ryan, ésto- dije señalándome en el pecho- ya no tiene sentido. Estamos en guerra, y todos muertos, ¿de qué me sirve no salir con vida de ahí? ¿cuál es la pérdida que asumo? Todos hemos perdido... Marcos a muerto, se acabó.

-Aún nos queda algo de tiempo... ¿Porqué no te limitas a disfrutarlo?

-¿Con quién si estoy sola?- grité conteniéndome las lágrimas que pugnaban por salir.

En aquel momento, estaba tan cerca de él, que un sentimiento de arrogancia y compasivo amor se apoderó de mí. Una súbita llamarada interior me tentó a matarlo, y no obstante, pese a que me negase a asumirlo, lo amaba tanto como para hacer cualquier cosa por él.

-Conmigo- recortó los escasos centímetros que nos separaban agarrándome por lo hombros- ya no podemos perder nada, tú misma lo has dicho...¿Porqué no puedes quererme ahora?

Aparté mis ojos de los suyos, sin poder contener las lágrimas por más tiempo. Deseaba contestar a su pregunta, mas algo dentro de mí me impedía hacerlo.

Me giré, dando así por finalizada nuestra conversación, completamente desolada ante la idea de que posiblemente no volvería a verle nunca más.

Cogí mi daga y mi arco, y me adentré en las grietas, donde los rastreadores tenían presa a Erin.

Sentí los pasos de Ryan tras de mí. Me giré, dispuesta a encararme de nuevo a él, mas ésta vez, llevaba su sable colgado en la espalda.

-¿Qué haces?- no pude evitar preguntar.

-Si tú mueres, yo muero contigo...

***

Estaba oscuro, a excepción de la abertura del techo, por la cual se filtraba en todo su esplendor, la luz de la brillante luna. No obstante, ésta, había comenzado a desaparecer bajo la potente sombra de un eclipse.

De pronto, algo o alguien cayó del techo, aterrizando a escasos metros de mi presencia. Recordé cuanto sabía de defensa personal y me armé de valor para hacer frente a quien ahora se encontraba respirando el mismo aire que yo respiraba y pronto (apenas unos minutos) dejaría de respirar. Tenía claro, que saldría de ahí o moriría en el intento.

-No tendrías ninguna posibilidad- me dijo la voz.

Me sorprendí al descubrir que era Rina. En un abrir y cerrar de ojos, se encontraba a mi lado, con la cara cubierta de sangre, en su mayoría de un color negruzco, y con la camiseta rasgada. Me tendió un trozo blanco de tela, a buen seguro de su camiseta.

-Cúbrete los ojos, ¡deprisa!- me instó.

Yo dudé un leve instante, sin embargo, deduje que si quería salir de allí, la única posibilidad que me quedaba era hacer caso de aquella chica a la que había conocido apenas unas horas antes; horas que habían cambiado mi mundo al completo. Así que me tapé los ojos, con el improvisado vendaje y después, dejé que me alzará, sin saber exactamente donde me había colocado.

-En mi espalda- respondió a la pregunta no formulada- y no, tranquila, puedo contigo y con mucho más... en éste mundo, querida- dijo con su ya típico tono escéptico- nada es como en tu mundo. Ni siquiera la sensación de peso es igual a la de tu mundo, aquí, no debes pesar más de diez kilos.

En ese instante, sentí que subíamos, y allí la única salido era la apertura del techo:

-¡Nos vamos a estrellar!- me quejé entendiendo.

Rina no contestó, hasta que estuvimos arriba, por lo que se limitó a seguir con el ascenso. Después, una vez con los pies de nuevo en la tierra, me desvendó los ojos.

-¿Porqué me has tapado los ojos?- le pregunté mientras ella tomaba mi mano, y me conducía por un sinfín de rocosos pasadizos- ¿a dónde vamos?

-Tenemos que salir de aquí Erin.

-¿Solas? ¡Nos matarán!

Rina se detuvo un instante, entonces se acercó a mí y mirándome con rabia contenida en los ojos me dijo.

-Ryan está arriba, luchando, y si no llego, probablemente a él sí lo matarán. Son demasiado para él. Tenemos que reunirnos con él, huir y juntarnos con David- volvió a tomarme de la mano, mientras, subíamos por un escarpado pasadizo- además, lo que más debería preocuparte es el reflejo del eclipse, aunque pronto pasará.

-¿El eclipse?

No contestó a mi pregunta. Habíamos llegado a una explanada rocosa.

Allí había cinco personas.
En el centro, rodeado por unos seres tenebrosos como mi captor, había un chico, alto y fuerte, de pelo negro, agotado y sangrando.

La extraña chica de ojos del color del caramelo, salió en su ayuda, dejándome a mí en un rincón, guarecida de los ataques de aquellos entes oscuros.
Rina, clavó su daga en el cuello de uno de ellos, mientras el extraño chico, mataba a los dos que tenía enfrente. Jamás había visto nada igual.

Un cuarto salió despedido cuando ella le propinó una certera patada en el gaznate que le rompió el cuello. El último, el que me había acompañado en mi particular prisión, salió corriendo.

-Déjalo- gritó al chico que se disponía a ir en su busca- Shibhil siempre ha sido un maldito cobarde.

Los tres salimos corriendo, aquél chico, que respondía al nombre de Ryan guiándonos y Rina tras de mí.

La oscuridad de la noche me hizo comprender que estábamos fuera y a salvo.
A mí alrededor pude vislumbrar un prado, cercado por un bosque de altos árboles de un intenso verde. Aquello no se parecía a mi ciudad, ni a nada que yo hubiese visto antes.

-¿Dónde estamos?- pregunté al descubrir que corríamos hacia el interior del bosque.

-En Alth-shoikan- respondió Ryan- ya no estamos en tu mundo.

-Ya nada es seguro...- anadió Rina- ni tu mundo ni éste- se giró buscando a Ryan con la mirada-¿Porqué no nos siguen?

Él señaló al cielo a modo de respuesta. El eclipse había pasado.

Rina asintió con un movimiento de cabeza, a lo que Ryan respondió con una sonrisa. Se acercó a ella lentamente como si temiese asustarla, después, le pasó un brazo por los hombros, y la atrajo hacia sí, como si quisiese protegerla de un peligro que al parecer ya había pasado.

-¿Estás herido?- le preguntó ella a él, observando los surcos sanguinolentos de su rostro.

-No- dijo negando con la cabeza- casi todo es sangre de rastreador- le dedicó una nueva sonrisa mientras se apartaba de su lado- Erin ¿verdad?- me preguntó dirigiéndose exclusivamente a mí.

Yo asentí con la cabeza, demasiado cansada para hablar.
Sentía que mi vida había dado un vuelco de 360 grados, en apenas unas horas.

No sólo descubría que habían matado al único chico que hasta entonces había querido, sino que había muerto por protegerme; una extraña chica me había avisado de unos más extraños peligros, me habían secuestrado unos entes de ojos negros que me aterrorizaban, habían estado a punto de matarme de nuevo y no obstante había logrado escapar de lo que quisiera que estuviese acechándome. Simplemente, genial.

De pronto oímos un ruido a nuestras espaldas.

Rina y Ryan saltaron al unísono, dispuestos a luchar si era necesario, yo, me quedé sentada en el sitio segura de que no podía confundir aquel sonido. Era una moto.

La moto, de un color azul oscuro y brillante, derrapó poco antes de arroyarnos a todos.
El chico que la conducía bajó de la moto y se quitó el casco.
Era rubio y alto, tenía el pelo bastante largo y unos ojos preciosos. Jamás había visto a nadie igual.

Como si de un sueño se tratara, el extraño chico se acercó a mí tendiéndome la mano.
Yo, sin saber porqué, tomé la suya y cogí asiento a su lado en la moto.
No podía entender el motivo, pero no temía a aquél chico, cuyo nombre desconocía; al contrario, casi podía sentirme segura a su lado.

-Agárrate fuerte a mí, y ni se te ocurra soltarte- dijo con una sonrisa. Se giró hacia mis dos compañeros y les dijo así- ¿Tenéis intención de quedaros pasmados ahí, o preferís coger la otra moto?- señaló hacia un roble varios metros alejado de nuestra posición.

Ryan sonrió, cogiendo a Rina de la mano:

-David, ¿no te da vergüenza secuestrar a la chica?- dijo Ryan en cuanto se subió a la moto roja.

David me observó lentamente, deteniéndose en mis labios carnosos. Después, sonrío y dijo:

-¿Porqué iba a avergonzarme de secuestrar algo tan bonito? no Ryan- arrancó la moto adentrándonos en el bosque- no...