jueves, 28 de abril de 2011

Pasión


-No hay nadie que mienta mejor que tú, de eso puedo estar seguro.

Ella lo mira traviesa, mientras muerde sus carnosos labios rojos. Él la mira, desprovisto ya de toda duda, y sin fachada alguna.

Ella inunda su mente; su olor, las suaves nubecitas que esconde su nuca, su cuerpo, su... no puede evitar mirarla y sentirse estúpido.

Sabe que ella lo ha utilizado, sabe que no hubiese dejado que un hombre (no uno como él al menos) inunde su cuerpo, mas se siente tranquilo, seguro de sí mismo.
"Es sólo una mujer, que la vista no te engañe"

-Lo malo es que no te engaña- le dice ella, como si leyese su mente.

Él se tensa, dudando ya de su integridad :"¿Me estaré volviendo loco?"

De pronto desabrocha la camisa que él mismo llevaba antes de su fogosa noche.
Su cuerpo queda desnudo, como si este hubiese sido esculpido por los mismos Dioses. Sus senos le hablan, se tornan iridiscentes y le susurran: "Has caído, lo sabes.. ESTÚPIDO!" y así se siente; se siente fracasado, enfrascado en un cuerpo que no es el suyo. Se siente apático, ridículo... no obstante no puede apartar la vista de su cuerpo.

Volvería a poseerla si ella le dejase...

Él se acerca tembloroso, mas su mente aparece segura.
Ella lo observa, mira de hito en hito como se acerca mas no se mueve.

Bajo la tenue luz aparece casi traslúcida, casi mágica. Parece una Diosa y él, un pobre esclavo a punto de volver a sucumbir en el lecho de aquella a quien implora piedad. Pero Elizabeth... ella no entiende de piedad, y él tampoco.

Y ambos lo saben, se utilizan, se juegan... se atraen

Ambos son irrefrenables, cuando la pasión los invade, ambos sucumben, ambos arden en el fuego.
No obstante, es ella la que aparece distinta; es ella la que a cambiado la historia, sin pestañear, sin rechistar, sin despeinarse... Ella tan altiva, ella tan preciosa....

Y él que tan estúpidamente ha caído, como si fuera uno más, en las turbias aguas, de su melena del color del fuego.

miércoles, 27 de abril de 2011

Ebie



Descorre la cortina, y después, con un cigarrillo sin encender en los labios, se tumba en el suelo.

Su rubicunda melena se esparce por el suelo, como la cola de un ave real, y ese áureo color resplandece, bajo las sombras del bajo techo.

Junto a ella, sentada con la piernas entrecruzadas, y la mirada perdida, se encuentra una mujer.

Su cabello, largo y negro, recuerda a la más oscura de las noches, mas sus pétreos ojos azules, la convierten en una mujer concisa, cuya alma resplandece como los cabellos de la hermosa mujer que la acompaña.

Incluso mirarlas duele.

Un atisbo de recelo se adueña de los ojos escarchados de la mujer de cabello oscuro, una sonrisa oscila en sus labios mas ésta rehúsa salir:

-Sólo un enamorado mira el cielo- agacha su cabeza, dejando caer su cabello en cascada sobre el rostro de Elizabeth- dime pequeña, ¿quién es ese que te hace mirar las nubes?

Ella aparta la melena de su compañera de su rostro, después se incorpora y tira el cigarro al suelo, como si la colilla se hubiese consumido, mas éste aparece intacto. Ni siquiera lo ha encendido.

-Ni yo lo amo a él, ni él me ama a mí. No me pertenece, no le pertenezco...

La mirada de su amiga interrumpe su perorata.

Los pensamientos de Elizabeth, vuelven al caudal del río, y mientras, lloviznando en su cabeza aparece Mark (Mark, Daniel, Mark, Daniel...) De pronto una voz le devuelve a la realidad...

-Ni Dan era un ángel, ni tu una esclava. Recuerda bien mis palabra Elle, tú eres una mujer y él un hombre, déjate ya de lamentarte de ti misma (porque hace tiempo que dejaste de lamentarte por Daniel) y empieza a vivir de una vez por todas. Mientras tanto, no seré yo quien recoja los pedacitos de tu corazón. Ahí tienes las tiritas, tú decides si vendarlo. Eso sí, siempre serás muy puta... y que no te cueste admitirlo querida. Hace tiempo, que acostarse contigo es sinónimo de sucumbir a tus encantos.

Elizabeth reniega con la cabeza, rechazando las palabras de su amiga Ebie. Después vuelve a tumbarse en el suelo y se ríe (como hacía tiempo que no hacía). Su amiga la observa...

"Pobre tonta, algún día se dará cuenta del significado de la palabra amor. Atracción, Miedo, Orgía, Ruptura..." y tras tan lóbrego pensamiento, es Ebie la que ríe desenfrenada hasta quedarse apenas sin aire.

Nueva vida


Después de una oscuridad que se me antojo infinita, y tras plantearme la posibilidad de que mi plan hubiese sido un auténtico fracaso (además de la exasperante sensación de haber muerto para nada), se hizo la luz.

En un principio el viaje se me antojó tan largo, que llegué a pensar que aquella luz iridiscente (que tan deslumbrante me pareció) podrían ser las tan anunciadas puertas del cielo.

Recé para que no fuese así, cerré los ojos (si es que aún tenía ojos) y supliqué con toda la fuerza con la que fui capaz, que aquellas no fuesen si no las entrañas de la tierra que tan bien conocía (o creía conocer) y a la que desesperadamente necesitaba pertenecer.

¿Qué sería de mí y mi venganza si mi plan hubiese fracasado incluso antes de empezar?

No tuve que preocuparme de ninguna de las preguntas que iban surgiendo en mi mente pues, un fuerte tirón me sirvió para abrir los ojos y aparecerme en la tierra.

Junto a mi cuerpo inerte, se había formado un enorme charco de sangre (cosa que me impresionó muchísimo) y una aglomeración de gente, probablemente desesperada por tener qué contar en casa.

No obstante la primera nueva sensación que tuve en aquel nuevo estado en el que me encontraba fue la falta de aire.
El viento penetraba mi cuerpo, mas yo apenas lo sentía, y sin embargo, esa falta de oxígeno me permitía danzar al son de mi respiración de ultratumba, que poco tenía que ver con mi dificultosa respiración en tierra.

Después, me levanté (había tenido a bien de caer en el reguero de sangre que dejara mi cuerpo) tambaleándome como si estuviese demasiado ebria como para mantener el equilibrio, lo cual, me pareció aún más extraño que el echo de estar muerta (y coleando).

¿Acaso mi cuerpo no era inmaterial? (aquello me hubiese supuesto un contratiempo demasiado inoportuno como para dejarlo correr)

Mas pronto descubrí la respuesta.

La gravedad había cambiado, el tiempo era diferente, incluso la formación de los átomos se había vuelto simple e insulsa.

Descubrí con asombro, que la luz me traspasaba (como antes el viento lo había hecho) y que los cuerpos, irradiaban una luz iridiscente y penetrante, como si sus efluvios se hubiesen tornado energía.

El tiempo, se movía lento o desenfrenado, todo dependía de como osaba mirar más allá, las horas podían ser contadas.

Mil, treinta, doscientos...

Era capaz de ver la muerte o la vida, las vivencias, las creencias, los sueños, los pensamientos... de la gente de mi alrededor.

Podía tocar el tiempo y sentir como éste recorría mi cuerpo.

Podía sentir el palpitar de los corazones y como estos se iban agotando poco a poco...

Deseché toda idea de mi cabeza, e invité a la fascinación a un recóndito lugar de mi ser (para quizá luego recuperarla) y entornando los ojos (no estaba segura de que pudiese llamar ojos a aquellos que me permitían ver, mas era la mejor manera que tenía de describir mis traslúcidas pupilas) marché en busca de mi reliquia perdida. La venganza.


martes, 26 de abril de 2011

Alma


Cicatrizó sus heridas con lágrimas y sal, y después sin mirar atrás siquiera, se encaramó a la ventana.

Hubiese sido tan sencillo...
Tan sencillo percatarse de la vanidad que escondían sus besos, tan sencillo darse cuenta de que ningún hombre (por bueno que este fuera) era capaz de amar como él fingía amarla, hubiese sido tan sencillo...

Ella era tan sencilla de salvar...

Y sin embargo ahí estaba, angostada en el marco de la ventana, agazapada como un gatito resuelto a saltar: "De un momento a otro..."

Alma, jamás hubiese pensado que aquel cinismo sería parte de su atuendo un día no muy lejano, mas los infortunios rehusaron de hacerla feliz y la desdicha, ya propagada por su cuerpo, aumentó hasta el punto de odiar a aquel que un día había amado.

Y lo odiaba, con la acérrima intuición de una mujer perversa, lo amaba (y lo odiaba por ello).

Por eso, cuando saltó de aquel décimo piso, su ser se liberó en un juramento que albergaba la esperanza de vengar su propia muerte con la desdicha de aquel que la había impulsado a morir.

Él no sabía que era amar, mas ella estaba resuelta a enseñárselo.

Y lo haría, torturaría a aquel hombre hasta desgarrar su piel, lo haría hasta que sintiese en su piel el escalofriante dolor que ella había empezado a sentir, cuando, tras haberla conquistado, el se fue, con su virginidad, con su alma, con su corazón y con su vida.

Así, cuando su sangre se derramó en el asfalto, la vida de Alma empezó, por primera vez desde hacía tiempo a tomar forma.
La muerte, sólo era el principio de su venganza. Venganza que prometía ser larga y dolorosa.

Su alma, no descansaría hasta ver que aquél que desgarrara su corazón, sufría el dolor que ella había sentido. Su alma, no volaría con el resto de almas, hasta que ella hubiese vengando su propia muerte.


miércoles, 13 de abril de 2011

Mis manos en tu cintura



-¿Tienes miedo?


Ella gira su cabeza levemente, mirándome fíjamente a los ojos.

En ellos, vislumbro una marea arremetiendo con una roca, y esa lucha constante, me hace sentir que la vitalidad de la mujer que tengo entre mis brazos es inagotable; que sus efusivos encantos, son demasiado para un solo hombre, y que amarla (amarla como se merece) es más complicado con ella que con ninguna otra mujer.


Quizá por eso, ella es diferente. Tan sencillamente especial, y tan compleja, que haría temblar a cualquier Dios de cualquier tierra.


-¿Miedo de qué?- le pregunto


Enredo mis brazos en su cintura, mientras mi mente repasa una canción cuya letra no recuerdo.

En ella, hablan de una mujer, y de sus manos en su cintura.

Yo la acarició, mientras mis dedos notan, adherirse la tela de su vestido a su cuerpo.

Puedo sentir, allí posado en sus caderas, su leve respirar, tranquilo y sereno.


-De que yo pueda soltarte.

De que me canse, de que me entre miedo. Miedo, de que un día me vaya sin dar explicaciones, miedo porque soy diferente al resto, y eso a mi no me asusta, pero ¿y a ti? ¿acaso es posible que alguien comparta mi camino? a veces me cuesta creerlo, llámame incrédula si quieres.

Aunque pensandolo bien, quien quizá tiene miedo soy yo. ¿Te irás Mark? ¿Soltarás tus manos de mi cintura?


Mientras habla no aparta la mirada de mi rostro.

Sus palabras expresan las debilidades ocultas en una mujer dificil con un pasado más dificil aún.


Ella, compleja y absurdamente simple como es, no tiene miedo de decir como es mas sí de mostrarse. Sin embargo, junto al mar, y en mis brazos, puedo sentirla sencilla, sin absurdas barreras y sin egos demasiado bien construidos.

Allí en el mar, Elizabeth solamente es Elizabeth, no una mujer altanera; su alter ego existe.


-Yo no te temo pequeña.

Nunca he temido amar, quizá porque nunca lo he hecho. Un día te despiertas y ves el mundo. Lo miras y te dices, que quizá haya algo que tenga sentido en la vida, y que quizás no es más cuentión de estar esperando, si no esperar a que llegue la cuestión. La vida te sorprende a veces. A mi me sorprendiste.

Así que no te temo, como sé tú tampoco me temes a mí. Si lo hicieses, no estarías regalándome la vida.


Ella sonríe y se gira, mirando el mar.

Su cabello, parece mecerse con el leve baibén del viento. Sus mechones parecen querer escapar de su cabellera, como un pura sangre indomable, bajo el manto estrellado, pero ella está allí, serena y tranquila, y yo, no tengo intención de dejarla marchar.


"Parece que el pequeño Mark por fin a despertado" pienso.


Me acerco más a ella y le beso el pelo :" No tengo intención de dejarte ir. Nunca más."

lunes, 11 de abril de 2011

Conciencia


"Hoy estoy especialmente...¿ sensitivo?, casi resulta extraño.
Una mañana te despiertas, y de pronto la vida tiene sentido.
Las flores color, los olores gracia, el café (ja! el café, esa sí que es buena. Maldita maravilla, importada desde los lares de la más absoluta felicidad. Café, café, café) buen sabor.
La vida parece casi maravillosa. La manzana, (¡ai mi querida manzana!) hoy sabe jugosa"

"Elizabeth. ¿No ves la diferencia? ella ha entrado en tu vida (y por la puerta grande).
Ha redecorado la casa a su antojo y tú has quedado encantado, prendido de sus encantos.
Y no tiene solución, no creas (no tienes solución) te has vuelto loco; loco por ella. Y eso te hace feliz. ¡Estás perdido majo!"

Aparto, de manera casi inconsciente a mi conciencia de en medio, empujándola con la mano, como si así pudiese hacer que se desvaneciese en el aire. Como si por ende, su peso se borrase en el tiempo. Mas me temo que tiene razón.

Elizabeth, siempre Elizabeth.

"No sé si es amor, conciencia, pero es felicidad, de eso puedes estar seguro.
¿Y qué si soy un loco por querer ser feliz? ¿Y qué si me he cansado de ser un temerario? ¿Y qué si decido civilizarme de una vez? ¿Y qué si decido ser bueno?"

"Vuélvete loco, deja las motos, deja el sexo, deja las drogas, deja el barullo, deja el ambiente, deja de comportarte como un auténtico imbécil, deja de fumar, deja de salir por la ventana de las casas de mujeres casadas.
Deja de ser GIACOMO CASANOVA. Deja de interpretar a SHAKESPEARE y hazme caso."

"¿Qué te haga caso? si aún no me has aconsejado nada, ¿qué se supone que pretendes?"

"Querido Mark, yo sólo soy tu conciencia, así pues preguntate, ¿qué pretendes tú?"


lunes, 4 de abril de 2011

mi alma


-Si tus ojos mirasen más allá , quizá aprenderías a ver.

-¿Y como aprende un ciego a ver?

Me giro para ver su expresión. En ella, asoma un atisbo de duda; en sus ojos un deje de amargura que parece nunca desaparecer, mas esta vez, la miro y la descubro diferente, como si sus ojos escondiesen una pequeña sonrisa, y eso, hablando de Elizabeth, era demasiada novedad.

-El que no ve no tiene porque ser ciego necesariamente, así como, no tiene un ciego porque no ver. Así que mirándote Elizabeth, me doy cuenta, de que tus recuerdos son tu presente, y que tu futuro no es más que la prolongación del presente de ayer. Y eso me apena, pero también me hace creer que después de todo, si tu alma es capaz de soportar tan dolor, es, sin duda alguna, porque el amor que experimentas es mayor aún, y el sufrimiento te vale la pena.

-No entiendo porque siempre acabamos hablando de mi alma Eric , casi diría que es lo que más te importa. ¿Acaso no puedo vivir sin mi alma?, he de informarte, que lo he hecho hasta ahora.

La miro sorprendida de que haya utilizado mi nombre, mas su afirmación de que sin alma puede vivir me hace sonreír.
Cuando sonrío, ella eleva la comisura de su labio, sin duda alguna, evocando recuerdos de un hombre que no soy yo, mas se parece demasiado a mi.
Aquello me apesadumbra sobre manera, mas mi ego altanero (contagiado quizá por la compañía de la mujer pelirroja) esconde bien y orgulloso, los efectos de la decepción.

-Elizabeth, ¿qué eres si no tu alma?

Ella se encoje de hombros y después contesta:

- Una mariposa metamorfoseada en oruga.

Después simplemente se va, tal y como ha venido, una vez más, sin pagarme el café.

**Nota de autor: Al parecer los personajes tienen tendencia a salir de escena cuando les viene en gana haciendo lo que les viene en gana y sin despedirse jajaja