-No hay nadie que mienta mejor que tú, de eso puedo estar seguro.
Ella lo mira traviesa, mientras muerde sus carnosos labios rojos. Él la mira, desprovisto ya de toda duda, y sin fachada alguna.
Ella inunda su mente; su olor, las suaves nubecitas que esconde su nuca, su cuerpo, su... no puede evitar mirarla y sentirse estúpido.
Sabe que ella lo ha utilizado, sabe que no hubiese dejado que un hombre (no uno como él al menos) inunde su cuerpo, mas se siente tranquilo, seguro de sí mismo.
"Es sólo una mujer, que la vista no te engañe"
-Lo malo es que no te engaña- le dice ella, como si leyese su mente.
Él se tensa, dudando ya de su integridad :"¿Me estaré volviendo loco?"
De pronto desabrocha la camisa que él mismo llevaba antes de su fogosa noche.
Su cuerpo queda desnudo, como si este hubiese sido esculpido por los mismos Dioses. Sus senos le hablan, se tornan iridiscentes y le susurran: "Has caído, lo sabes.. ESTÚPIDO!" y así se siente; se siente fracasado, enfrascado en un cuerpo que no es el suyo. Se siente apático, ridículo... no obstante no puede apartar la vista de su cuerpo.
Volvería a poseerla si ella le dejase...
Él se acerca tembloroso, mas su mente aparece segura.
Ella lo observa, mira de hito en hito como se acerca mas no se mueve.
Bajo la tenue luz aparece casi traslúcida, casi mágica. Parece una Diosa y él, un pobre esclavo a punto de volver a sucumbir en el lecho de aquella a quien implora piedad. Pero Elizabeth... ella no entiende de piedad, y él tampoco.
Y ambos lo saben, se utilizan, se juegan... se atraen
Ambos son irrefrenables, cuando la pasión los invade, ambos sucumben, ambos arden en el fuego.
No obstante, es ella la que aparece distinta; es ella la que a cambiado la historia, sin pestañear, sin rechistar, sin despeinarse... Ella tan altiva, ella tan preciosa....
Y él que tan estúpidamente ha caído, como si fuera uno más, en las turbias aguas, de su melena del color del fuego.