viernes, 25 de marzo de 2011

Se consume como la colilla de un cigarro



Busca, a tientas, el mechero y enciende con desgana su llama. Ella, acerca los labios carnosos al fuego, y prende el cigarrillo colgado de su boca. El humo asciende por la habitación, mientras un palito de nicotina juguetea en sus largos dedos. Ella parece inusualmente altiva (más si cabe)

-Me sorprendió tu visita- sonríe de manera quizá escéptica- y tus flores. Me recuerdan a la primavera- hace un mohín y pega una calada- bah! ¡Qué diré! como si creyese en la primavera... susurra.

Yo me remuevo a su lado incómodo por el sudor que se ha quedado adherido a mi cuerpo. Está hermosa (exuberante)

-Tenía la esperanza de que no me cerrases la puerta (en las narices). Pero tú no eres de esas ¿verdad?

-¿De esas?, no sabía que tuviese distintivo cual caramelo en una tienda de golosinas, y resulta que de vez en cuando me torno golosa...

Ella me besa.
El humo recorre mi boca, su lengua recorre la mía haciendo extravagantes figuras (posturas que sin duda su cuerpo podría realizar y que harían las delicias de cualquier hombre)

-Me refiero a las flores, no son de tu estilo, ni los caramelos... ni el tabaco tampoco. Elizabeth - le digo, mirándole a los ojos (como ciertamente, nunca había mirado)- en realidad tú no eres "de ningún tipo", eres auténtica, inimitable.

Ella se ríe.

-Querido Mark, hace tiempo que no soy más que una copia barata de lo que algún día fui. Ya no queda más que la colilla del cigarro a medio consumir en mis labios.




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