martes, 8 de marzo de 2011

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Aún hoy tengo la sensación de que aquél chico, escondía tras esa máscara insondable, tan conocida por mis vulnerables (aunque egocéntricos) instintos, un recuerdo (aunque leve) de una vida pasada conmigo.

"Dani, estás, estás..." Mis palabras aparecían revolcándose en la cama con mi lengua, ya que ambas, apenas podían proferir sonido alguno, (a excepción quizá de mis tartamudeos), pero la emoción, ya apenas contenida, que sentí no fue si no fruto de una insondable espera y mal que me pese una insignificante esperanza.

Sin embargo su negativa, y el color de sus ojos, me hicieron ver, que el hombre que antaño había amado con la intensidad misma de un bravo oleaje, había muerto.

Así que tragué (una vez más) mis insondables lágrimas de acero y con un orgullo, fuera de lugar, y la altanería propia de mi condición (de cabezona psicótica), no hice si no jugar al juego efímero, que la soledad y el dolor habían enseñado, a mi ya marchito corazón no tan insondable. El pobre, yacía agujereado y aún así, insistía en seguir latiendo.

-He debido de equivocarme, las mañanas pueden resultar un tanto engañosas... anoche no dormí demasiado bien, quizá por el revuelo que había.
-¿Dónde?
-En mi cama por supuesto, ¿dónde si no iba a dormir?. No estarás insinuando quizá, que tiendo a dormir en cama ajena, ¿no?

El no supo donde esconderse, de aquello no me cabía duda. Si algo me había enseñado el tiempo, era a tergiversar a mis anchas, las palabras, un tanto jocosas, que mi boca tenía tendencia a soltar.

-No ... yo... esto...

Se revolvió el pelo, tal y como yo (por algún motivo más bien obvio) esperaba que hiciese. Sin embargo, un acto de valentía (que nada tenía que ver con el amor pasado al cual yo con tanta intensidad amé) salió disparado de sus labios.

-Bueno no importa, en cualquier caso, tendrás tiempo de sobra para contarme aquel revuelo, esta noche.

Y con una vuelta, un tanto teatral entró a la cocina de la cual no volvió a salir hasta bien entrada la tarde.

Mientras tanto, y sin saber bien impulsada por qué (o por quién) me senté a esperar.

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