miércoles, 2 de marzo de 2011

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Me hubiese gustado saber qué escondía aquella hermosa máscara, sin embargo, algo en mi interior me dijo que quizá fuese mejor no saberlo; yo le hice caso, "la vocecita" no solía hablarme (se pasaba los días de vacaciones y tan solo aparecía de visita, cuando la duda me frecuentaba) y yo tenía por norma hacerle caso, pues sabido era, que solía ser muy lista.

Así que no insistí, ni le pedí un acto de sinceridad tal como el mío a él. Él tampoco tuvo iniciativa alguna; qué le llevó a no moverse no lo sé, sin embargo algo tuvo que ser (sin duda).

Él miro, con el rostro aún oculto tras su máscara festiva. Se acercó a mí y me besó, lentamente, suavemente...
Su labio inferior jugó con el mío, su labio superior acarició mi boca. Su lengua apenas jugaba con la mía, quizá demasiado tímida para indagar muy hondo.

Lo que sentí en aquel momento, fue sin duda indescriptible, sin embargo, aquel beso evocó besos anteriores dados ya hacía demasiado tiempo.

De mi rostro cayó una lágrima. No pensé que una lágrima pudiese pesar tanto, sin embargo aquella, contenía el peso del silencio (durante demasiado tiempo), de otras muchas lágrimas escondidas, de miles de secretos encerrados bajo llave en el ático de mi alma.

Y después me sentí libre. Como si un beso fuese, la llave a lo más profundo de mi alma:

-¿Te encuentras bien princesa?- me dijo
Un matiz hizo ver en su voz preocupación (quizá también algo de obsesión compulsiva, que no hizo si no halagarme aún más)

-Mejor que nunca.

Y tras un largo silencio, un beso, le arrebató el alma, como una vez, ya antaño, había hecho.

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