Piel de escarcha y sonrisa de hielo. Ojos tenues y vivaces. Un aire extravagante, ambiguo y peligroso. La inevitable atracción fatal.
Él merodea por las calles, protegido bajo la capa de luz negra y nubes espesas de la noche.
No hay estrellas, y el vacío del cielo prácticamente le provoca nauseas: "Ojalá pudiese vomitar... aunque quizá así me sintiese más vacío aún"
La noche le conduce a saber qué páramo.
Él, necesita adrenalina pero no tiene su moto; "ni un cigarro, ni un amigo..." se dice
Quizá si sonriese más (o mejor) la noche no lo perturbaría tanto, pero lo cierto es, que inevitablemente, le gusta ser perturbado : "Quizá cuando muera me toque descansar, ahora de momento mejor tentar a la suerte..."
Y la suerte esta vez le sonríe. Aparece una estrella.
Pelo rojo, ojos intensos, sonrisa pícara y luz propia.
Ella resplandece en la oscuridad como si tuviese una linternita escondida bajo los matices rojos de su pelo ondulado.
Cuando ella lo mira ( y chequea de un vistazo, como buena mujer), él parece anonadarse.
-Te esperaba- le dice
Él la observa conmovido y un tanto expectante: "Qué mujer más extraña, exuberante... y mal que me pese, irresistible"
Así, él se encoje de hombros, se cobija bajo su chupa de cuero negra y después sonríe, rompiendo hielo y escarcha al mismo tiempo.
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