martes, 27 de septiembre de 2011

Capítulo 3: En peligro (Dol)



Un día, tu vida llega a un punto inexorable, un punto de infracción inevitable, y entonces, simplemente, todo da un giro inesperado, y lo que antes era negro, se vuelve de un sutil blanco, dejando la blancura anterior postrada a los pies de la más absoluta negrura.

Yo descubriría esta verdad, aquella misma tarde.


Desde la mañana, no había parado de darle vueltas a las escasas palabras intercambiadas con aquella chica de pelo moreno.

No podía apartar de mi mente, ése inocuo pensamiento que se adueñaba de mi, advirtiéndome de que un creciente peligro me acechaba.

Pese a que comprendía que mis miedos eran infundados, posiblemente, por las extrañas palabras de la aún más extraña chica, no podía evitar sentirme acongojada y asustada al mismo tiempo.

De pronto, escuché la voz de Marcos en mi cabeza: "Se acabó Erin... Nuestra vida se separa aquí. Me voy ¿lo sabes verdad?, sí, a ti nada se te escapa. Me voy, y no vuelvo..."

Evité pensar en las últimas palabras que crucé con un chico que escasas horas antes había aparecido muerto.

Por lo poco que había podido averiguar gracias a las vagas preguntas y más vagas respuestas de aquellos viandantes que no me conocían, nadie sabía nada de su muerte.

No había indicios que hiciesen creer que el motivo fuese el robo, no había ensañamiento, no había venganza... Marcos había muerto, desangrado, y de no ser por las palabras de Rina "Que no haya muerto en vano", yo misma creería que un golpe o incluso un suicidio había terminado con su vida:

-Al fin te encuentro- bramó una voz a mis espaldas.

Me giré enfurruñada, dispuesta a criticar la costumbre de la gente de aparecer en sigilo y por la espalda, cuando observé al chico que tenía detrás.

Un escalofrío recorrió mi espalda al descubrir que aquel chico, no era un chico entendido como tal. Sus ojos negros como la noche, le conferían un aspecto diabólico y sobrenatural. En el cuello, bajo el lóbulo izquierdo de la oreja, tenía tatuada una pequeña estrella de cinco punta.

"Corre" me advirtió Marcos desde algún lugar dentro de mi cabeza.

Recordé a Rina y sus advertencias, recordé la muerte de Marcos, recordé los ojos de aquel desconocido... y sin pensarlo dos veces corrí... en vano.


Cuando desperté, me encontraba en un lugar oscuro y mohoso, cuya única luz entraba por un orificio en el techo, de lo que se me antojó una extraña cueva. La luz, bañaba un pequeño charco, que no supe bien si calificar como lago pequeño.
Junto a mí, apoyada la espalda en la pared de roca, se encontraba el chico de los ojos negros y estrella en el cuello.

-¿Dónde estoy?- le pregunté con voz ronca.

"¿Cuanto tiempo habría estado inconsciente y cómo había llegado hasta allí?"

-Haz las preguntas oportunas, Ónice- me llamó- quizá así seas respondida.

Sonrió de manera siniestra, mientras posaba sus negros y refulgentes ojos en mi pecho. Algo, aunque no supe qué, le impidió acercarse a mí (quizá pudor, mas lo dudaba), pues se quedó allí, a escasos metro de mi persona, sin mover su posición, sin variar sus gestos...

Sopesé bien las preguntas que haría, a sabiendas de que muy posiblemente no me contaría absolutamente nada que fuese trascendente, y que muy a mi pesar, a excepción de Rina, él era el único que podría satisfacer mi curiosidad, y que pese al peligro, y ante la evidente imposibilidad de una escapatoria, me convencí, de que era mejor, al menos por el momento, satisfacer única y exclusivamente mi incipiente curiosidad.

-¿Qué eres?- pregunté imaginando que aquella era la más sutil de mis preguntas.

-Tu enemigo-dijo con sorna

Acepté su respuesta de buen grado. Aquello, era algo que fácilmente podía procesar y aceptar y cuanto asumiese ahora, me ayudaría a buen seguro en algún momento.

-¿Porqué matasteis a Marcos?- aseguré, convencida de que habían sido ellos. "¿Cuantos más me estarían buscando? ¿Porqué?"

Las preguntas se agolpaban en mi cabeza, cada vez más, sin respuesta y sin sentido.

-Era tu amigo- contestó él de pronto.

Había comenzado a irritarme. Me acerqué a él enfurecida, abnegada en lágrima, mientras una feroz ira me invadía.

Agarré al chico de los ojos del color del miedo, sin darle tiempo a reaccionar y le empujé contra la pared, mezcla de la rabia e impotencia que sentía en aquellos momentos.

Sus ojos se abrieron por la sorpresa, después me apartó de un empujón tirándome al suelo. Se acercó a mí, furioso:

-¿Quieres saber qué fue de ése idiota? Murió, por que era débil. En la guerra, los débiles tienen que morir, y él lo era. Pensó que serviría de algo, salvarte, guarecerte de nosotros... pero aquí estás- se acercó aún más a mí, clavando su emponzoñada mirada en la mía- aunque no por demasiado tiempo. Disfruta de tus últimos 32 minutos de vida "alteza".

Hizo una satírica reverencia y después se marchó, por la amplia abertura del techo, unos veinte metros por encima de mi cabeza, reptando veloz cual reptil.


**Nota de autora: ^^ Bueno a partir de ahora empieza la verdadera historia; la verdadera acción ^^ Sigo un poco, a tientas, aún así espero que os guste :) besos

lunes, 26 de septiembre de 2011

La pequeña aprendiz de puta (Frío)


Había hablado con Ebie, llegando a la inevitable conclusión de que era hora de ser realmente peligrosas, como en nuestra "otra" vida. Innegables, imposibles.
Domar el mundo y después despojarlo de cualquier vestidura, dejarlo en cueros, maniatarlo y censurarlo con lenguaje salvaje. Destruir las emociones, y devolverles la sutileza del salvajismo. Eran momentos, difíciles; hora de tomar medidas drásticas, y no llorar por si todo salía peor de lo que ya estaba.

Era, absurdo pensar, que todo seguía igual.
Entonces, Daniel había muerto, y yo me había dejado morir con él. Ebie, me miraba de reojo, con pena, y a pesar de ser nuestro pequeño tabú, ésas miradas me confesaban un amor prohibido, que yo en realidad jamás ignoré y perdone a su muerte. Daniel, era mi ideal y yo su fantasmal recuerdo.

Ahora, todo estaba estúpidamente truncado. Me había enamorado, había conferido a la vida una oportunidad que yo misma me había negado darle, y ahora me costaba tanto procesar. Pero le amaba, y Ebie, pese a su clase y su fatalismo a la hora de admitir que era tan cándida como yo en un principio, amaba conmigo. No a él, por descontado, mas sí a un Daniel imaginario, en la piel de un Eric real.

Ebie, me miró a los ojos, con sus penetrantes ojos claros perforando mi boca, como si debatiese el besarme o no. Después frunció las cejas y relajó la cara, añadiendo a su vez lo que yo ya sabía:

-Es hora, de hacer cuanto sabes Elle...

Asentí sin proferir palabra, demasiado cansada para volver a la misma impavidez de siempre, mas demasiado abatida como para negar, que nuestra sensualidad, sería el arma, para reunir a Dave y a su hermano.

Ebie se paseó por la sala, contorsionando un trasero enfundado en una falda negra, que haría las delicias de cualquier hombre, que fuese lo suficientemente digno y rico como para pasarse por sus demasiado costosas nalgas. Sus andares eran los de una elegante puta, con un deje perverso en cada taconeo que daba, mas pese a todo, cuanto hacía ahora, lo hacía por amor:

-Yo me encargo de Dave- dije refiriéndome al amor de mi vida.

Ella asintió sin decir palabra, mientras, pegaba una calada a un cigarrillo que recién encendía. Aspiró el humo, con la boca, expulsándolo poco después:

-Esto tiene que salir bien Elle- me aseguró- Sabes tan bien como yo que no vamos a reunir a esos dos mamarrachos, con la delicadeza con la que tú tienes " a mal" de tratarles- suspiró y después con una sonrisa dijo- sabes tan bien como yo, que a los hombres no se les convence con el estómago, como mal comentan por ahí, es lo que esconde ésta falda negra debajo, lo que convence a cualquier hombre demasiado incauto, y tú Elle, siempre fuiste mi pequeña aprendiz...




lunes, 19 de septiembre de 2011

Capítulo 2: Una chica... "Peculiar" (DoL)


El parque estaba desierto.
Los árboles aparecían macilentos y enfermizos, faltos de vida, como si las espesas nubes hubiesen absorbido su savia.
Las ramas crepitaban y se rompían bajo el peso de mis botas marrones.
La lluvia caía lenta y silenciosa como si temiese romper el impetuoso silencio que de pronto había abarcado la ciudad. Aquello parecía una ciudad fantasma...

De pronto oí un ruido a mi espalda, el cual me sobresaltó sobremanera. Detrás de mí, acuclillada como si de un momento a otro fuese a atacarme, me observaba una chica, de mi edad aproximada, que yo jamás había visto.
Tenía el pelo negro y corto, y una sonrisa triunfal en los labios, como si quisiese decir: "Al fin te encuentro"

Se acercó lentamente a mí, pausada, para que yo entendiese que ella mandaba allí.

Me dí cuenta de que había comenzado a respirar costosamente, mientras aquella extraña se acercaba inexorable hasta donde yo me encontraba. Quise huir, salir corriendo, no obstante las piernas no me respondían...

-No deberías correr- me dijo con voz seria- sólo conseguirías cansarme y no tengo ganas de correr detrás de ti como si fuese un perro.

-Pues vete- le espeté con voz temblorosa.

La chica hizo un amago de sonrisa, como si esa situación le gustase tan poco como a mí:

-Exacto- asintió, poniéndose frente a mi- esta situación a mi tampoco me gusta- me miró un leve instante y después, con voz trémula, anunció- estás en peligro.

Sopesé sus palabras durante un leve instante, con la extraña sensación de que no mentía. De que realmente estaba en peligro, no obstante, descarté tales pensamientos de mi mente, y me encaré a ella:

-Oye... no tengo tiempo para que me tomen el pelo, deberías...

-¿Desaparecer y dejarte sola?- continuó la frase palabra por palabra- Me gustaría- admitió-Pero me debo a una promesa que no me queda otra que cumplir- me confesó- debía avisarte de que corres peligro. Y no, no es broma- me dijo leyéndome una vez más el pensamiento- Te buscan y si te encuentran te matarán.

Me miró unos instantes como si quisiese añadir algo más, después, pareció pensarlo mejor pues decidió callar.

Observé que sus ojos relucían de manera casi espectral. El iris marrón de sus ojos brillaba, como si unos matices dorados recubriesen dicho iris. Hubiese jurado que tenía los ojos del color del caramelo, no obstante, aquello era algo que no pegaba con su personalidad. ¿Sería acaso verdad que algo escapaba a su involuntaria altivez?, lo dudaba, así, sus ojos debían de ser de un sutil color avellana.

-¿Qué es lo que quieres?- le pregunté a la chica sin nombre.

-Ya te lo he dicho; te buscan- se acercó un poco más a mí, y mirándome fijamente a los ojos me rogó- Que no te encuentren, que la muerte de Marcos no haya sido en vano.

Después, se dio media vuelta y comenzó a andar.

Tenía miles de preguntas que hacerle, miles de objeciones, miles de explicaciones que pedir... aún así, lo único que fui capaz de preguntar fue su nombre.

Ella se giró un instante: "Rina" pronunció, y después, simplemente, desapareció de un salto.


***
Rina:

Pensaba en Marcos mientras la seguía a ELLA. Los árboles aún tenía suficientes hojas como para ocultarme de miradas indiscretas, claro que cualquiera que me estuviese buscando y supiese como dar con un mentalista, me hallaría sin problema. Pero ella no.

Mis palabras la habían preocupado, no obstante, no había sentido ése pavor que le impulsaría a huir y esconderse, pavor con el que yo había contado.

Una vez más pensé en Marcos, completamente frustrada. ¿Porqué no le había contado nada?¿Porqué después de avisarla yo era incapaz de dejarla marchar? ¿Porqué él tuvo que morir?
Sin Marcos, la magia de "los cinco" se había perdido. No era menester encontrar al "Quinto"; no era necesario cuidar del Ónice, no obstante, ahí estaba yo, observando a aquella a la que un día, Marcos juró proteger.

Observé a aquella chica de mediana estatura y largo cabello castaño, de hipnotizante mirar, sin poder creer aún que ella fuese el secreto de cuanto estaba pasando. Que ella fuese la única que en su día pudiese salvarnos y que Marcos lo hubiese echado todo a perder.

Sin su magia, ELLA estaba sola, y sin ELLA todos estábamos muertos.



sábado, 17 de septiembre de 2011

Capítulo 1: El comienzo de todo... (DoL)



Marcos llegó a mi vida como un semidiós, guapo, simpático y altivo; no obstante, cuando por fin se marchó, lo hizo estando completamente loco. Sin cordura perdió el atractivo; sin mí, perdió su magia.

Así que cuando Marcos apareció muerto en un rincón, yo no me extrañé tanto como pensé que haría.
Estaba acabado, fuera de lugar... vivir había dejado de tener sentido para él, igual que en su día lo hubiese dejado de tener para mí. Pero yo lo había superado, él quizá no.

Así que cuando Marcos, apareció muerto, desangrado, yo no me inmuté, pensé que su locura se había propasado. Que había acabado con él, como hubiese acabado conmigo de haber seguido juntos... Me equivocaba.

Marcos apareció muerto, porque lo habían matado. Él sabía cuales eran las consecuencias de protegerme, y aún así, lo hizo.

Cuando lo supe, llegué a varias conclusiones; conclusiones de las cuales dependían mi vida:

1-Marcos fue asesinado por atreverse a mantenerme con vida, por tanto, yo estaba en peligro.
2-Estaba sola y necesitaba ayuda, esto es, necesitaba encontrar a Rina.
3-(Y este en realidad debía de ser el primero de mis problemas) Estaba atrapada y mi vida, pendía de los próximos 32 minutos.


***

El día en que encontraron a Marcos, tras varios días de búsqueda, yo me sentía mareada. El cielo, estaba encapotado y la cabeza me ardía.

Bajé a la cocina en busca de una pastilla que aliviase mi dolor, cuando observé la cara de mi padre, sentado en el sofá, observando la tele minuciosamente, como si quisiese desenredar los misterios de los píxeles encerrados en la pantalla.

En ese momento, un extraños escalofrío me confirmó, lo que yo en realidad ya sabía. ÉL había muerto.

Me apenó ser consciente de que esta circunstancia no me hería como pensé que haría. A fin de cuentas, ¿no era cierto que él me había manipulado?, sí, lo era.

No me apenaba, saber que hubiese muerto, de hecho, hacía días que yo misma lo había dado por perdido y había llorado su muerte. Ya estaba, era todo.
Se había esfumado como había llegado, siendo irrespetuoso; siendo el centro de atención.

Me marché al colegio sin mirar a mi padre, que aún absorto, no se había dado cuenta de mi presencia.

Necesitaba pensar, estar sola, encontrarme...

Denise, me había llamado tres veces aquella mañana, así, supuse que me esperaban una retahíla de preguntas que yo ni podía ni quería contestar.

¿Porqué había muerto?, lo desconocía.
¿Porqué me había dejado?, porque yo jamás signifiqué nada para él...

Decidí que me saltaría las clases de la mañana. A fin de cuentas, la ciudad estaba consternada, así pues, "era de esperar" que yo lo estuviese también.
¿Quién iba a buscarme si cuantos me conocían aún pensaban que yo era feliz?, no, en realidad, ya nadie me conocía.

Me dirigí al parque, en busca de una soledad que se esforzaba en zafarme.
Allá donde iba, algo me decía que todo iba mal, y que la culpa la tenía, una vez más, el dichoso chico que me había robado el alma.
ÉL, tenía la culpa de cuanto me pasaba, lo sabía, y no obstante, lo que me inquietaba era otra cosa.
Algo que no era capaz de comprender, algo que no era capaz de imaginar...


**
Nota de autora: ¡Hola! Bueno, quería deciros que éste es el comienzo de lo que será mi próxima historia. En honor a Dark or Light (DoL). No tengo pensado absolutamente nada de como seguir así que la sorpresa va a ser para todos (yo inclusive), sólo espero que os guste y que sobre todo a ti Dark or Light te deje un buen sabor de boca :) besazos y gracias a todos por los comentarios y por vuestras visitas ^^

lunes, 12 de septiembre de 2011

Recuerdos (Alma)


28-11-2010

"
-Me sorprende que aún sigas viniendo- me miró a los ojos, mientras acariciaba lentamente mi mejilla con su mano. Después sonrío de la manera que solamente yo conocía (o creía conocer)- ¿No te has cansado de mí, aún?

Añadió esa última palabra, como si realmente creyese que yo iba a cansarme de él, se sus caricias nocturnas, de la manera intensa de mirarme mientras me acurrucaba en su pecho. De su manera de decir las cosas que creía que sentía a modo que yo las entendiese, sin entender que en realidad no entendía absolutamente nada más que él sentía por mí lo mismo que yo por él.

-Nunca voy a cansarme de ti Ángel- le miré desafiante- tonto...

Le besé la mejilla dulcemente mientras él, rodeaba mi cintura con sus brazos.

En el antebrazo derecho tenía un tatuaje pequeño, la clave de sol, que entrechocaba con su personalidad.
Podías pasarte las horas observándolo minuciosamente, tocar el violín, tararear su música, saborear la vida... o incluso andar de manera pausada... nada en él, haría creer que pudiese llevar un tatuaje en su muñeca.
Después quizá te parabas a pensar, y descubrías con asombro que con él todo era así, que todo tenía un sentido, que las cosas que hacía las hacía por algo.
Una vez más dejabas de entender cuanto él quería decir.

-Nunca digas nunca... ¿No has oído jamás, aquello de que : nunca y siempre son demasiado tiempo?

-Sí, pero yo puedo asegurar que te querré siempre. Para toda la eternidad. Y yo nunca he roto una promesa...

-¿Es eso una promesa? ¿que siempre estarás a mi lado?- yo asentí sin dudarlo un segundo, entonces él, entre susurros dijo- ¿Como puedes estar tan segura de que mañana no te olvidarás de mí? ¿De que no te cansaras?,¿Cómo?

-¿Cómo podría olvidar que si he aprendido a vivir es porqué precisamente tú, estás en mi vida?, no Ángel, el amor no se olvida. Te prometo, que te amaré tanto como dure mi vida. Te prometo, que nunca volverás a estar solo. Te amo.


Me acerqué a él, y apreté dulcemente mis labios contra los suyos.
Rocé sus labios con un beso que sellaba mi promesa de amor (promesa que llevaría incluso más allá de mi muerte y su olvido) y mientras, pude observar, que él se reía, pletórico de felicidad. "